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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS

Nunca me cansaré de decirlo: la escritura no es solo oficio. No podemos escribir como el que aprieta tornillos o el que construye un set de Lego siguiendo las instrucciones. La escritura necesita, aparte de oficio, algo más; algo emocional que casi siempre es la parte más difícil de poner y de desarrollar.

Es evidente que, sin conocer la técnica y el oficio, la escritura no funciona tampoco: parafraseando al anuncio, sería solo potencia sin control, sin una dirección, un objetivo y una intención artística.

El rincón de llorar artículo publicaciones blog de Escuela de Escritores -IMG1200 facebook

Hay ocasiones en las que contamos con las herramientas y las técnicas, pero que nos falta lo otro. Os he hablado a veces de la extraña relación que tenemos los escritores con nuestros textos y cómo podemos pasar de odiarlos a amarlos en menos de un día. O cómo a veces podemos sentirnos los mejores escritores del mundo y en otras ocasiones sentirnos derrotados y aplastados por el síndrome del impostor. Todo eso es habitual porque en la escritura, como en cualquier otro arte, interviene una parte emocional muy grande.

Es esa parte emocional la que hace que un jarrón pase de ser un instrumento funcional para sujetar flores a una pieza de arte. Y a veces nos falla. Para escribir necesitamos un estado emocional acorde a la escritura que queremos y cierta estabilidad. En momentos en los que no podemos vaticinar más o menos nuestro estado anímico es muy complicado escribir algo y, sobre todo, sentirse satisfecho con lo que se escribe.

Por desgracia, como seres humanos, no podemos (ni deberíamos, creo yo) controlar al cien por cien nuestro estado emocional, aunque podamos controlar otras variables de la escritura como el tiempo o las herramientas necesarias. Por eso es tan complicado realizar arte, porque se necesitan muchas variables coincidentes en el tiempo y muchas de ellas son incontrolables.

Todo este artículo viene de una charla que he tenido hace poco con mi amiga y escritora Chiki Fabregat. En una comida, en la que estábamos hablando de los diferentes proyectos en los que estamos inmersos los participantes, ella dijo que en ese momento ella estaba en el punto de hacerse bola y llorar y que no quería hablar de sus proyectos, solo quejarse.

Y, amigos, es ahí donde reside el secreto. Cuando no podemos encontrar una estabilidad o no tenemos las ganas ni las fuerzas para escribir, lo que tenemos que hacer es encontrar nuestro rincón de llorar.

Yo tengo muchos rincones de llorar como escritor. Uno de ellos es, por ejemplo, este blog. Nadie mejor que vosotros para ver la cantidad de veces que vengo aquí a hablar de los problemas que me presenta un proyecto o del estado emocional en el que me encuentro con respecto a mi escritura. Este blog a veces es un desahogo que me permite interiorizar y abrazar ese sentimiento para seguir adelante y retomar mi escritura.

Porque a veces hay que parar. Sobre todo, cuando no se disfruta con la escritura. No hay que hacer dramas ni lanzar todos nuestros escritos al fuego y marcharnos a una montaña a rezar para que nos perdonen por haber creído que podíamos escribir. Qué va. Hay que pararse, como cuando nos encontramos en dique seco, y después volver con las pilas cargadas.

En esos momentos de parón es muy importante tener un sitio al que poder ir a desahogarse. Puede ser un blog o un sitio de producción propia (podcast, canal de Youtube, etc.) o puede ser un grupo de personas.

Cuando Chiki nos dijo eso, dejamos que se desahogara y que llorara metafóricamente hablando, que se quejara de lo poco que estaba escribiendo y de sus preocupaciones. Escuchándola, sin tratar de resolver la situación y, sobre todo, sin intentar quitarle importancia. Todos sabíamos (ella también) que solo es un momento de duda antes de levantar la cabeza y seguir adelante. Como una tormenta de verano.

Y, como las tormentas, lo único que se puede hacer es buscar un sitio a cubierto y disfrutar de la lluvia. No pensar en todo lo que se podría estar haciendo en la calle porque ya habrá tiempo de volver en cuanto la tormenta pase. Tenemos que aprender a disfrutar de las tormentas igual que tenemos que aprender a interiorizar y disfrutar de nuestras emociones. Las buenas y las malas, porque todas son igual de importantes para el desarrollo emocional de una persona.

Nos encontramos dentro de una sociedad que busca la satisfacción inmediata y continuada, pero ese objetivo es irreal y completamente imposible de alcanzar. Pensar que un escritor siempre va a querer escribir o que siempre va a estar seguro de lo que escribe es una fantasía. Ponerlo en común con otras personas nos ayuda a darle la importancia que se merece a ese sentimiento y, además, ayuda a otros para que no se sientan solos con sus sentimientos.

Por eso son importantes las tertulias y los grupos entre escritores. Nadie va a comprender mejor por lo que estás pasando que otro escritor que haya pasado por lo mismo que tú. Y, creedme, todos pasamos por lo mismo. No conozco una sola persona que se dedique a esto y que a veces no haya querido hacerse una bola y llorar toda la noche.

Nosotros ahora somos más afortunados que los escritores de hace unos años, que dependían de las personas de su alrededor para encontrar ese rincón de llorar. Nosotros podemos encontrar una comunidad en las redes sociales o en las páginas de internet. Y esa comunidad es un lugar estupendo para convertirlo en nuestro rincón de llorar.

Os dice esto alguien que cree por encima de todo en el trabajo, la constancia y el conocimiento de las técnicas narrativas. Negar la evidencia y pretender que somos máquinas no va a ayudarnos a retomar nuestra escritura, del mismo modo que tampoco nos va a funcionar en nuestra vida diaria ignorar las emociones que nos provocan los hechos a los que nos enfrentamos en nuestro día a día.

Lo más importante es ser consciente de ello y conocernos lo mejor posible para poder saber cuándo tenemos que ir, una vez más, a nuestro rincón de llorar a por unas pilas nuevas.

Acerca del autor

Alejandro Marcos, fotografía de Isabel Wagemann- IMG675

Alejandro Marcos

Coordina los Departamentos de Formación, Calidad y Relaciones Internacionales. Además, junto a Chiki Fabregat, se encarga del posgrado de formación de profesores. Imparte cursos de escritura desde 2012, es profesor, junto a Javier Sagarna, de la asignatura de Proyectos del Máster de Narrativa. Escribe acerca de narrativa en el blog de la Escuela y codirige, con Daniel Montoya, nuestro podcast. Desde 2019 trabaja como Project Manager en el proyecto CELA.

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