‘Un cielo propio’, el libro de los alumnos del Curso 2014-2015

Relatos, poemas, críticas de cine y crónicas

Un cielo propio es el título del duodécimo libro anual de los alumnos de Escuela de Escritores que se presentará este sábado 20 de junio a partir de las 18:30 h. en la Sala Clamores de Madrid (Calle Alburquerque, 14). Cada año, Escuela de Escritores publica una antología con los relatos, poemas, críticas de cine, crónicas y otros textos de los alumnos que han participado en nuestros talleres.

En Un cielo propio han participado ciento cincuenta autores de todo el mundo, alumnos de los cursos que desde septiembre del año pasado y hasta esta misma semana se han desarrollado en nuestra sede de Madrid y en las aulas del Campus Virtual.

«Aprender a escribir no es nada fácil —dice Jesús Pérez Saiz, director de la Escuela de Escritores de Burgos y autor del prólogo—, de hecho es tan duro y a veces uno se da tantas cabezadas que lo más sencillo es abandonar, aunque de ese modo dejamos de ser quienes habíamos decidido ser y nos convirtamos en lo que nos han dejado ser.» Este libro es una pequeña recompensa para todos aquellos que en los últimos meses decidieron perseverar, porque el cielo está abierto para todos.

Prólogo de Jesús Pérez

En este prólogo al libro de los alumnos de la Escuela de Escritores 2015 os quiero hablar de un viaje. Quizá de más. Ya veremos. Es un viaje a Finlandia. En octubre.

Había una Conferencia Pedagógica Internacional que organizamos junto con nuestros compañeros de la Asociación Europea de Programas de Escritura Creativa (EACWP) y fuimos cinco profesores de la Escuela de Escritores, cuatro de Madrid y yo, desde Burgos, a hablar de nuestros métodos, de lo que hacemos para intentar enseñar a los talleristas del mejor modo posible: microcuentos y fotografía, la escritura de Richard Ford y David Foster Wallace, diálogo entre las artes, Mnemosine, mundos olvidados y la infancia como herramienta efi caz para recuperar la fantasía y crear personajes. Fueron seis días de trabajo, a veces con jornadas de hasta doce horas, escuchando a compañeros de la Escuela de Poesía de Viena, del Aleph-Écriture, de la Scuola Holden y de universidades como la de South-Wales, Tallinn, Klaipeda, Helsinki, Tampere y Jyväskylä.

La primera parte de la conferencia fue en esta última universidad, la de Jyväskylä, una ciudad de unos ciento treinta mil habitantes situada en el centro sur de Finlandia, junto a un lago —el Päijänne— y rodeada de bosques de abedules, una ciudad que sí, es cierto, si uno repasa en Wikipedia a sus seis personajes más ilustres verá que tres son pilotos de rally —y uno esquiador—, pero Jyväskylä también tiene la casa-museo de Alvar Aalto, maravillosa, y además es conocida como la Atenas de Finlandia. Bien, pues allí la «Conferencia» giró sobre creatividad y bienestar y aprendimos mucho sobre los efectos beneficiosos —algunos terapéuticos— de la escritura, cosas como que mejora nuestra atención selectiva, nos permite recobrar la memoria emocional y facilita feedbacks sobre ella, nos deja explorarla, reconocerla y transferirla, aumenta nuestra fantasía, y el hecho de jugar con el lenguaje incrementa nuestra capacidad de reflexión y de expresión, además de favorecer comunicación y comprensión hacia los demás. También libera estrés, y cura heridas cuando trabajamos con episodios biográficos problemáticos, identifi ca necesidades de aprendizaje y nos da confi anza y autoestima.

Por último, la escritura acerca la Poiesis —prometo no usar más términos griegos— a nuestras vidas, nos permite crear, hacer visible lo invisible, pasar del no-ser al ser, como decía Platón, y esto no es poco. De hecho, todos y cada uno de los textos que hay en este libro tienen que ver con la Poiesis —uy—, han sido creados por vosotros y a mí me parece que ese es un mérito enorme que merece festejarse y honrarse con un libro como este, claro que sí. La segunda parte de la conferencia fue más pedagógica, pensada para compartir ideas y métodos de enseñanza entre las escuelas de la EACWP y también para formarnos nosotros mismos en talleres que dieron otros profesores como Alain André, «Autobiografía y escritura», o Risto Ahti, un mago finés que jugó con nosotros durante dos días, intentando que escribiéramos un poema en una habitación oscura o al borde de un precipicio, desnudos, temblando de frío, apremiándonos a ser idiotas y convenciéndonos de que solo necesitábamos un carruaje para transportar lo que amamos —Rimbaud o lo sensual—, caballos que tiren de él —Lorca o la energía— y un loco que conduzca —Blake—.

Al final, su curso fue una metáfora de lo que fuimos a hacer los profesores de la Escuela de Escritores a Finlandia.
No quiero simplifi car un proceso que fue profundo, pero sí transmitiros la necesidad que nos urgió Risto de encontrar algo verdadero dentro de nosotros, algo incontestable, que nos mueva en la vida. Esa necesidad tiene que ver con Narciso y el amor a uno mismo y con el hecho de que si no tienes tu propio cielo tendrás el infi erno de los demás; o dicho de otro modo —sin tanto énfasis—: no te olvides de tus decisiones porque eres lo que decides ser. Si lo olvidas, pierdes energía. Y esto creo que tiene mucho que ver con la escritura y con vuestro empeño: ¿por qué escribís?

Las respuestas son muchas, pero todas nacen en lo más auténtico de vosotros mismos —algo relacionado con el momento más emotivo de vuestra vida, una sensación, un olor, unas manos…—, en una fuente de energía —permitidme el tópico— que es la que os impulsa a comunicaros de este modo e iniciar un camino nada fácil, bien lo sabemos, cuya primera parada es a menudo un taller literario. Y es una buena parada, una Escuela, como la nuestra, un lugar inmejorable para aprender a escribir, pero en la que corréis el riesgo de olvidar que debéis ser fi eles a vuestra naturaleza de escritores. Lo he visto muchas veces, no creáis, porque aprender a escribir no es nada fácil, de hecho es tan duro y a veces uno se da tantas cabezadas que lo más sencillo es abandonar, aunque de ese modo dejemos de ser quienes habíamos decidido ser y nos convirtamos en lo que nos han dejado ser.

Me gustaría que pensarais en eso al abrir este libro, porque lo que hay aquí dentro es un premio a lo que habéis decidido ser. Nunca lo olvidéis, un premio a vuestro trabajo, un premio del que los profesores de la Escuela de Escritores nos sentimos parte y para el que nos preparamos día a día —el nivel de mis compañeros en la Conferencia de Finlandia fue altísimo, creedme—, con humildad y entusiasmo para aprender y ayudaros lo más posible. Y lo nuestro no es terapia —aunque las cosas buenas suelen resultar terapéuticas—, solo enseñar a escribir y guiaros en este proceso tan difícil sin olvidar que lo más importante, lo más, lo más, lo más, lo más importante es acompañaros en la creación de vuestro propio cielo.

Alcanzar la calidad de escritura de la que habla Bolaño es complicado, pero el cielo está abierto para todos, está en este libro —tocadlo— y en cada momento que escribáis de verdad. Y cuando eso llega, nuestro papel de profesores se relaja y lo que hacemos es disfrutar como uno más, convertidos en el amigo que os aplaude, claro que sí, porque lo merecéis.

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