Crónicas europeas: Segunda entrada

Entrada escrita por: Roberto Osa
para Proyecto CELA (Connecting European Literary Artists)
desde: Nijmegen, Países Bajos, del 2 al 15 de octubre
 

Nijmegen: narrativa transmedia y bicicletas sin frenos

31 de octubre, 2017

Sin tiempo para asimilar el primer viaje a Bruselas, me tocó hacer de nuevo la maleta –esta vez más grande– y coger un avión hacia los Países Bajos. Aterricé en Amsterdam el día 2 de octubre, nervioso por encontrar el tren dirección Nijmegen, la ciudad donde iba a vivir los siguientes quince días. Supongo que lo de los nervios se debía a eso y a otras muchas cosas –todas buenas, menos mal– que me están sucediendo últimamente. No sé muy bien cómo, pero encontré mi tren con bastante facilidad, así que hora y media después estaba en un restaurante de Nijmegen brindando con un montón de holandeses –Frank, Joost, Lotte, Simone, Noortje, Kim, Manouk–, una belga –Maud–, un rumano –Calin– y un portugués –João–.

Mi estancia en Países Bajos comenzó con esta bonita cena de bienvenida, rodeado de gente amable y talentosa, pero al día siguiente hubo que ponerse a trabajar. Lo primero fue darnos una bicicleta a cada uno; Noortje –una de las encargadas de hacernos la vida más fácil en Nijmegen– no tenía claro que fuéramos capaces de movernos en bicicleta, de hecho nos preguntó varias veces: «¿Seguro que sabéis montar?». Imagino que nuestras caras mientras preguntábamos por qué no había frenos en el manillar no le inspiraban demasiada confianza.

Durante los primeros cinco días acudimos todas las mañanas a ArtEZ, una escuela artística situada en la ciudad de Arnhem. Entre tazas de café, Dennis y Martijn nos introdujeron en la narrativa transmedia; la primera prueba fue lanzarnos a recorrer las calles de la ciudad con una serie de instrucciones, casi como en un juego de rol. Dennis y Martijn son dos profesores muy diferentes; mientras uno te habla de tecnología e interactividad, el otro te cuenta cómo Georges Pérec ya era un mago de la narración transmedia. Por suerte, el que ellos fueran tan diferentes entre sí hizo que nuestras mañanas en ArtEZ fueran cada día más estimulantes.

Por las tardes solíamos ir al apartamento para trabajar de manera individual en nuestros proyectos. La escritora belga, Maud, se alojó en una casa con vistas al río. Los chicos vivíamos en el centro de la ciudad, nada mal tampoco.

Nuestra casa tenía habitaciones grandes, con enormes ventanales desde los que podíamos ver la torre de la catedral mientras nos tomábamos una cerveza al tiempo que yo intentaba explicarles qué pasa entre Cataluña y el resto de España. En este ambiente, donde se tienden puentes entre los diferentes pueblos de Europa, no termina de comprenderse la lucha entre nacionalismos locales.

A lo largo de estos días en Nijmegen, tuvimos también la oportunidad de viajar a otras ciudades. Visitamos Amsterdam en dos ocasiones; la primera vez acudimos a unos espectáculos teatrales denominados Het Wilde Oosten (El salvaje Este). A João y a mí nos tocó concentrarnos en la música, la danza y el movimiento, porque no teníamos ni idea de neerlandés. Suerte que en nuestro segundo viaje a esta ciudad el programa del festival Read my World estaba en inglés. Lo cierto es que nos fuimos integrando bastante bien, tanto que un día acabamos en Utrecht porque nos invitaron al cumpleaños de un escritor holandés bastante conocido, del que nosotros no teníamos noticia, claro está. Pero allá que fuimos con nuestros compadres holandeses a dar buena cuenta de la cerveza. Hermosa ciudad Utrecht, por cierto.

Cuando uno se pone a contar, acaba derivando con facilidad en los momentos de ocio, pero como decía al principio, también hubo que trabajar, aunque no lo parezca. La segunda semana la pasamos en Wintertuin (Nijmegen) trabajando sobre los proyectos transmedia con Lisa y Kim, que nos ayudaron a perfilar nuestros planes de cara a la presentación que los tres escritores europeos invitados a esta residencia hicimos el último viernes. A partir de ahí, vinos, cervezas, risas, charlas, un poco de relax, por qué no decirlo, después de tantos días fuera de la zona de confort.

Ahora, desde Madrid, sigo oliendo el olor de aquel café que bebíamos mientras João y un servidor intentábamos convencer a los holandeses de que “ausencia de lluvia” y “verano” no son la misma cosa. Sigo escuchando la risa de Noortje, capaz de traspasar muros, paredes y lo que se le ponga por delante. Mis ojos siguen viendo la sonrisa imborrable de Manouk y las manos tendidas de la gente de Wintertuin. En mi boca sigue el gusto de la cerveza amarga de La mano azul, aquella taberna que nos hizo ser un poco más de Nijmegen y también más europeos.

Por suerte, esto del Programa CELA no ha hecho más que empezar; aún tenemos casi dos años por delante para conocer y compartir muchas; ciudades, libros, autores, cervezas, festivales, traducciones… En mayo de 2018, volveré a los Países Bajos, a ver si soy capaz de encontrar el trozo de mí que quedó en Nijmegen.

El equipo de Escuela de Escritores para #CELA

Director: Javier Sagarna
Producción y logística: Germán Solís y Lara Coto

Profesional literario

  • Pablo Mazo (Madrid)

Escritores

  • Matías Candeira (Madrid)
  • Roberto Osa (Madrid)
  • Mariana Torres (Madrid)

Traductores

  • Del italiano: Paula Caballero (Málaga)
  • Del nerlandés: Guillermo Briz (Utrech) e Irene de la Torre (Madrid)
  • Del portugués: Lara Carrión (Murcia)
  • Del rumano: Corina Oproae (Barcelona)

 

#CELA
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Este proyecto es posible y está siendo financiado por el programa Europa Creativa de la Unión Europa. Queremos agradecer a la EACWP la gran oportunidad que nos brinda de cara al intercambio con otras escuelas europeas. En especial a Ana Guerberov, por su inestimable ayuda a la hora de seleccionar los traductores de nuestro equipo.

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