La alumna del Máster de Narrativa publica ‘Una casa de verdad’, una nueva novela surgida de nuestro programa de estudios
¿En qué clase de padre se convertirá un niño que salvó al suyo de un intento de suicidio? ¿Qué patrones nos condenan a vivir con heridas abiertas que no somos capaces de cerrar? ¿Cada familia infeliz lo es a su manera? ¿Qué es una familia “de verdad”? Ianire Doistua se estrena en la novela con Una casa de verdad, la historia de Ernest y sus sueño de formar un hogar “de verdad”. Conversamos con la autora, alumna de la VI Promoción del Máster de Narrativa, sobre el proceso de creación de este libro que se gestó como proyecto de fin de Máster y que acaba de publicar la editorial Tres Hermanas tras recibir el manuscrito en el último encuentro entre editores y alumnos.
Antes de hablar sobre Una casa de verdad, nos gustaría conocer un poco mejor a la autora. Cuéntanos, ¿por qué narrar historias, por qué escribirlas?
Puede haber infinitas razones, tantas como autores y autoras. En mi caso, podría decirse que es por una cuestión de salud mental. Desde bien pequeña he tenido tendencia a inventar historias, a tergiversar realidades planteándome posibles alternativas, a cotillear las conversaciones ajenas, a imaginarme las vidas de los otros… y, claro, si todo eso no lo saco fuera de mí, corro el riesgo de que me explote dentro. Por otro lado, la ficción me ayuda a comprender de una manera más profunda ciertas realidades, a encontrar respuestas y, sobre todo, a formularme preguntas. Supongo que, por todo eso, cada vez que termino de escribir, me siento más ligera, incluso aliviada.
En tu novela abordas temas como el suicidio, el peso de las costumbres de los padres sobre los hijos o la visión de un protagonista hombre sobre el empoderamiento de las mujeres en su familia. ¿Nos cuentas un poco más sobre esto? ¿Cuál dirías que es el tema central de esta historia?
En efecto, la novela abarca diversos temas, pero podría decirse que todos tienen en común la idea de cómo las heridas abiertas del pasado pueden llegar a descomponer nuestro presente. Por mucho que tratemos de obviarlas y olvidarlas, si no las cerramos, tarde o temprano volverán a sangrar. Y eso es lo que le ocurre a Ernest, el protagonista.
Ernest, desde que impidió el suicidio de su padre siendo un niño, ha vivido toda su vida obsesionado con el hecho de que volviera a intentarlo. De ahí el alivio que siente cuando muere el padre; sin embargo, esa obsesión, en lugar de desaparecer, degenera en otra. Su herida primigenia, la fundamental, simplemente ha buscado otra grieta por la que aflorar.
También me interesaba tratar el tema de cómo nos influye la herencia de algunos patrones familiares y cómo, en ocasiones, acabamos repitiendo justo aquellos que menos nos gustan.
En cuanto al empoderamiento de las mujeres que rodean a Ernest, deseaba profundizar en qué ocurre en la mente de un hombre que se resiste a evolucionar en este sentido. La vida de Ernest sería mucho más fácil si, simplemente, aceptara la independencia y libertad de su madre y su esposa. No se imagina qué bien le vendría ser un poco más feminista. Sin embargo, su necesidad de control, así como un ideal de familia bastante anacrónico, le impiden dejarse llevar, escucharlas y confiar en ellas.
Por último, el suicidio está muy presente en toda la novela. Ernest, al principio, reduce las motivaciones de su padre a su enfermedad mental, algo que sucede con frecuencia cuando el suicida sufre alguna patología. Esa necesidad de encontrar una explicación a veces nos lleva al reduccionismo y nos dificulta una comprensión profunda y poliédrica de las emociones de quien se ha suicidado. Ernest, a lo largo de la novela, irá comprendiendo las razones de su padre y cómo la muerte, más que un deseo, fue la única salida a una vida que le resultaba insoportable.
«Una de las razones por las que escribo es para formularme preguntas»
Hay quienes escriben a partir de una imagen o una emoción. Hay otros que salen a ver el mundo y reflejan con papel y tinta lo que encuentran. ¿Cómo nació el impulso para escribir tu novela?
Nació de una imagen y de las preguntas que despertó en mí. La imagen era la de un niño que presencia el intento de suicidio de su padre mientras disfruta de un helado. ¿Qué puede ocurrir con el hombre en el que se convertirá ese niño? ¿Cómo puede afectar a su futura paternidad? En caso de salvar a su padre, ¿se convertirá en el salvador del que nos habla Stephen Karpman en su triángulo dramático?, ¿en qué momento podrá actuar como un perseguidor o una víctima?, etc. A partir de estas, fueron surgiendo otras de tipo laboral, romántico… ya dije antes que una de las razones por las que escribo es para formularme preguntas. Soy muy preguntona, qué le voy a hacer.
¿Nos puedes contar un poco sobre cómo fue el camino hasta llegar a Tres Hermanas, tus editores? Esta historia nos suena de los encuentros con editores en Escuela de Escritores.
Claro que os suena. Gran parte de la culpa de esta publicación es vuestra. Participé en uno de los encuentros que organizáis en la Escuela de Escritores para antiguos alumnos del Máster de Narrativa. Recuerdo que aquel día estaba casi sin voz e hice la presentación prácticamente susurrando. También recuerdo los nervios al ver aquel elenco de editores y editoras. Entre ellos estaba Cristina Pineda, editora de Tres hermanas, una editorial a la que seguía desde hacía tiempo porque me encanta el buen gusto que tiene a la hora de publicar. Y claro que soñaba con que mi novela le atrajera, pero me lo tomaba como un sueño. Así que cuando me dijo que le interesaba leerla, sentí una gran alegría. Es una suerte que existan editoriales como Tres hermanas que apuesten por las nuevas voces.
«Fue mágico compartir con mis compañeros la escritura de la novela en las clases del Máster»
¿Qué ha sido lo mejor y lo más duro al escribir este libro?
Me cuesta mucho elegir lo mejor, porque son muchas las cosas buenas que me ha dado: la sensación que tuve cuando terminé el primer capítulo, por ejemplo. Podría decir que me emocionó más que cuando terminé el primer borrador, porque tras esas primeras páginas tuve la certeza de que ya nada pararía esta historia. También viví muchos momentos especiales al compartirla con mis compañeros del Máster de Narrativa, pues Una casa de verdad se gestó en la clase de Proyectos de Javier Sagarna (director del Máster). Era mágico ponerla en común, buscar soluciones entre todos, hablar de los personajes como si fueran viejos amigos de todo el grupo y, sobre todo, hacernos compañía en un proceso creativo que suele ser muy solitario. Y, bueno, por supuesto, cuando Cristina Pineda me dijo que quería publicarla.
En cuanto a lo más duro, sin duda fue compaginar la escritura (y las reescrituras) con la crianza y el trabajo. Si hoy en día ser madre trabajadora es complicado, imagina si a la fórmula le añades la variable de la escritura.
¿Qué fue lo que más te sirvió en el proceso de corrección?
Escuchar y confiar. Cuando Ignacio Ferrando (jefe de estudios del Máster de Narrativa) leyó el primer borrador y me contó sus sugerencias, en un primer momento, me vine abajo. Estaba tan agotada tras terminar el primer borrador que me parecía inconcebible tener que empezar de nuevo. Sin embargo, después de coger aire y fuerzas durante unos días, decidí confiar en su criterio y probar: si me convencía el cambio, lo dejaría; si no, me quedaría con la versión anterior. El resultado fue que acabé cambiando incluso más cosas de las que él me proponía.
En paralelo, también se lo había dado a leer a mis compañeros del Máster y sus opiniones me ayudaron mucho a pulir la prosa y algunas ideas que no quedaban tan claras como quería.
Después, le cogí gusto a esto de la reescritura y revisé la novela unas cuantas veces más, teniendo siempre presente los comentarios de mis lectores de confianza. Entre ellos, mi pareja, que se la tiene que saber de memoria.
«Leer novelas gráficas me ha influído a la hora de organizar la acción y crear ciertas imágenes»
Hay quien busca remover, educar, entretener, ¿qué efecto le gustaría provocar en los lectores?
Me gustaría provocar preguntas. Pero no mis preguntas, sino que cada lector o lectora se plantee las suyas propias.
¿Hay autores o libros que te hayan nutrido, en particular, antes de escribir Una casa de verdad?
Uf, muchas, pero no sabría decirte si han influido en particular en esta novela, porque yo creo que lo han hecho en mi escritura (y vida) en general: Virginia Woolf, Natalia Ginzburg, Miranda July, Amy Hempel, Toni Morrison, Claire Vaye Watkins… Y supongo que también me ha influido la lectura de novelas gráficas a la hora de crear ciertas imágenes y organizar la acción.
Una casa de verdad nos ha gustado mucho por la forma en que hilas su trama, por sus personajes llenos de conflictos y anhelos, así que la pregunta es inevitable: ¿Tienes otro proyecto del que nos puedas adelantar un poco?
Sí, tengo entre manos un libro de relatos que espero terminar pronto, además de otro álbum infantil junto a Patricia González, quien también ilustró Pan con aceite y miel.
Si Ianire Doistua no fuera escritora, ¿qué le hubiera gustado ser?
Hubo un tiempo que quería ser aviadora, pero, por fortuna para los posibles pasajeros, una profesora me hizo cambiar de opinión porque decía que ya pasaba demasiado tiempo en las nubes. Ella fue la primera persona que me habló de la carrera de Filología Hispánica. Ahora no concibo mi vida sin la escritura, así que supongo que elegiría cualquier profesión que me permitiera viajar y tener tiempo libre para leer.
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