Los personajes invisibles

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Escrito por: ALEJANDRO MARCOS

Hay ocasiones en las que yo pido a algún alumno que remarque alguna característica de uno de sus personajes justo cuando aparece dicho personaje para que el lector no tenga que hacer un ejercicio de reformulación de dicho personaje una vez dicha característica aparece. En ocasiones los alumnos no entienden al principio por qué les pido que adelanten esa característica y no otras que también son relevantes para la formación del carácter del personaje. En esas ocasiones me gusta hacer un pequeño ejercicio con ellos. Pero antes de mostraros el ejercicio os pondré un ejemplo de caso en el que creo que es necesario adelantar esos datos.

Pongamos que Ramón es un alumno mío y pongamos que ha escrito un texto protagonizado por Carla, una chica negra que va a un instituto y se enamora de su mejor amigo. Ramón no nos dice que su personaje es un personaje racializado hasta la mitad del texto. En ese momento, la mayoría de lectores, por desgracia, tienen que hacer un ejercicio de retroceso y dejar de imaginarse a Carla como una chica blanca y recrearla de nuevo como una chica negra. ¿Por qué ha sucedido eso? No se trata (solo) de que todos tengamos algo de racismo interiorizado que poco a poco hay que deconstruir, sino de que los personajes racializados son personajes invisibles.

 

¿Qué quiero decir con personajes invisibles? Los personajes invisibles son aquellos personajes que posean alguna característica que los aleje del paradigma dominante en la cultura en la que se mueve el escritor de la obra (y en menor medida el lector). Es decir, que en nuestra cultura occidental el paradigma dominante sería el del hombre blanco heterosexual cisgénero capaz católico y de clase media. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que ese tipo de personaje corresponda a que en esa sociedad hay una mayoría de personas que se ajustan a ese patrón (mismamente, en nuestra sociedad hay más mujeres que hombres), sino que la mayoría de las representaciones culturales que se dan en esa sociedad tienen como protagonistas a ese tipo de personajes. Los personajes invisibles no existirán a menos que mencionemos explícitamente la característica (o las características) que los separan de los personajes dominantes.

Le pedí a Ramón que escribiera la siguiente frase: “Juan se cae a un río” y después le pedí que me describiera a Juan. Su respuesta fue la de un personaje que se asemejaba mucho al patrón dominante que os he descrito anteriormente. ¿Por qué?, ¿por qué Juan no puede ser homosexual, sordo o filipino? Sí, claro que puede serlo, el problema es que si no decimos nada del personaje, nuestro cerebro asume que pertenece al paradigma dominante. Consecuentemente, los personajes homosexuales, los personajes sordos y los personajes filipinos solo existirán si se nombra explícitamente esa característica, sino asumiremos que el personaje es heterosexual y blanco.

Cualquier característica que se salga del paradigma dominante necesita ser nombrada para existir en nuestra cabeza. Triste, pero cierto. Esta característica refleja, una vez más, los problemas de integración y diversidad que afronta la sociedad. Nuestro cerebro trabaja con estereotipos y con patrones de comportamiento que muchas veces convertimos en prejuicios, pero que nos son muy útiles para que nuestro cerebro ahorre tiempo y energía al reconocer patrones. Por eso mismo tendemos a generalizar y a prejuzgar. Lo cual no quiere decir que no sea un mecanismo que no se pueda deconstruir y con el que se pueda trabajar. Es decir, que el hecho de que sea algo inherente a nuestra forma de procesar la realidad no lo convierte en una excusa, aunque sí es una justificación para tratar de nombrar y visibilizar a estos personajes.

Recordando la polémica que hubo con la continuación teatral de Harry Potter y la actriz que la interpretaba (y refiriéndonos solo a la respuesta que dio la autora diciendo que ella nunca había dicho que fuera blanca): Hermione Granger no es negra. No porque J. K. Rowling no dijera que era blanca en todos los libros, sino porque no ha dicho que es negra, lo cual la convierte automáticamente en un personaje blanco. Los personajes no son negros si no lo dice el texto, ni son homosexuales si no se nombra de alguna manera, aunque sea implícita (ejem, J. K. Rowling también).

Por eso muchos autores insisten en la importancia de la inclusión de personajes diversos en los textos. No por una moda, no porque sea una obligación (mirad la mesa de novedades de cualquier librería y veréis que los personajes blancos heterosexuales cisgénero no corren ningún peligro ni ninguna censura). La inclusión de personajes inclusivos (valga la redundancia) ayuda a generar referentes culturales que abran el espectro del paradigma dominante en la cultura y, por lo tanto, a abrir las propias mentes de los lectores y aumentar su capacidad de empatía. Los lectores que poseen algún tipo de diversidad han sido capaces de identificarse y empatizar con los personajes pertenecientes al paradigma dominante durante siglos. Estoy seguro de que también puede realizarse al revés. Quizás así, algún día, no haya personajes invisibles porque nuestro cerebro esperará un tiempo antes de realizar una imagen paradigmática del personaje en cuanto aparece.

Evidentemente, estos consejos solo sirven si quieres incluir algún personaje que se salga del paradigma. Repito que la inclusión no es una obligación y que es mejor no hacerlo a hacerlo a disgusto.

De todos modos, no hay que irse a los extremos creando personajes que se salgan del todo del paradigma para que hablemos de personajes invisibles: Todos escribimos usando personajes que se salen del paradigma desde el momento en el que introducimos personajes bajitos, gordos, calvos o incluso embarazadas. Y todos esos personajes son personajes invisibles si no se menciona dicha característica.

Eso sí, ya como cierre, hay que tener cuidado de que esa característica que hace que nuestro personaje sea diverso no se convierta en su única característica o en una característica que lo defina. Es probable que si uno de nuestros personajes está calvo no centremos toda su personalidad en ello, pero puede que si introducimos a uno transexual sí que sea más sencillo que nos suceda. Al menos de momento en la sociedad en la que estamos inmersos.

Hasta que la sociedad cambié algo más, siempre será recomendable, para Ramón y para cualquiera de nosotros, mostrarle al lector cualquier característica de los personajes que se salga un poco del paradigma dominante lo antes posible.

Acerca del autor

Alejandro Marcos, fotografía de Isabel Wagemann- IMG675

Alejandro Marcos

Coordina los Departamentos de Formación, Calidad y Relaciones Internacionales. Además, junto a Chiki Fabregat, se encarga del posgrado de formación de profesores. Imparte cursos de escritura desde 2012, es profesor, junto a Javier Sagarna, de la asignatura de Proyectos del Máster de Narrativa. Escribe acerca de narrativa en el blog de la Escuela y codirige, con Daniel Montoya, nuestro podcast. Desde 2019 trabaja como Project Manager en el proyecto CELA.

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