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Escrito por: ANTONIO DÍAZ ESCUDERO
Como escritores de literatura fantástica, uno de los escollos que encontramos a la hora de escribir es el de la creación de nuestro mundo. Inventar una nueva realidad no es sencillo. Hay demasiados detalles a tener en cuenta, que se van amontonando y hacen tambalear la verosimilitud de nuestra historia como un mal movimiento en una partida de Jenga. Por eso tenemos que ser inteligentes. Tenemos que escoger con cuidado tres o cuatro de esos detalles y trabajarlos lo suficiente para tener un mundo robusto.
Hoy os traigo una guía para comprender con un poco más de profundidad uno de esos detalles: los idiomas ficticios.
La creación de idiomas ficticios forma parte de una cultura que ha emergido en los últimos años, en gran parte, gracias a internet: el conlang.
Conlang es el nombre de la comunidad de miembros que crean idiomas artificiales. El término proviene de la contracción del término inglés: ‘constructed language’ (lenguaje construido) y es el opuesto de los Natlangs o ‘natural languages’ (lenguaje natural).
El mundo del conlanging es muy extenso y a la hora de construir nuestro propio idioma tenemos que tener en cuenta la categoría en la que se clasifica. Hay tres grandes conjuntos diferenciados por la intención con la que hemos creado nuestro lenguaje:
Espero que a estas alturas ya hayáis empezado a ver un patrón y no os estéis atragantando con la terminología, os prometo que quedan pocas palabrejas.
Los lenguajes artísticos, como he dicho antes, son aquellos creados por amor al arte o para apoyar la ambientación de un mundo ficticio. No podría continuar con esta sección sin hablar del que es considerado padre de los lenguajes fantásticos, y que probablemente ya os haya venido a la cabeza un par de veces: J. R. R. Tolkien.
Durante su vida, Tolkien llegó a inventar más de quince lenguajes. Siendo el Quenya el más famoso de ellos. Tolkien le quiso dar a este lenguaje una apariencia de lengua clásica y lo hizo visualmente similar al latín, bebiendo bastante también del finés. No desciende directamente de ningún otro idioma, por lo tanto es un lenguaje a priori. Por el contrario, los lenguajes a posteriori son aquellos que descienden de idiomas ya existentes, y que comparten características con su lenguaje padre más allá de la estética. Estos últimos requieren un mayor trabajo de documentación.
Quizá por la condición de lingüista de Tolkien, el proceso que siguió fue el contrario del que haríamos nosotros: empezó a crear su lenguaje durante la Primera Guerra Mundial cuando tenía veinte años, y alcanzó la madurez lingüística cuando ideó un mundo para él escribiendo sus historias. En la comunidad hay quien dice, incluso, que las novelas nacieron como una excusa para poder utilizar su idioma inventado.
En la actualidad, la gran estrella del rock del conlanging, es David J. Peterson. Entre sus trabajos nos encontramos con el Dothraki y el Valirio para la serie de Juego de Tronos, que creó a partir de palabras y frases sueltas que había escrito George R.R. Martin en sus novelas de la serie Canción de hielo y fuego. Peterson está empeñado en regularizar la situación de los creadores de lenguajes y aparte de haber escrito el libro ‘Art of language invention’ ha abierto el mundillo a internet con su serie de Youtube con el mismo nombre.
A la hora de aventurarte en la creación de un idioma ficticio, la primera pregunta que deberías hacerte es «¿de verdad necesito un lenguaje completo?». Si lo que necesitas es un lenguaje en el que apoyarte a la hora de poner nombres a ciudades enanas o élficas, probablemente lo que quieres es un lenguaje de nomenclatura, que tiene una gramática incompleta y el vocabulario y las normas suficientes para hacer nombres compuestos y frases sencillas.
Sin embargo, si estás empeñado en llegar hasta el fondo y quieres que en las convenciones la gente solo hable en tu idioma, vas a necesitar algo más que eso.
A la hora de crear tu lenguaje no hay prácticamente limitaciones ni fórmulas obligatorias, pero voy a intentar daros una lista para que os sirva de guía a lo largo de todo el proceso:
Para acabar me gustaría recordaros que, como todas las herramientas y técnicas, el lenguaje tiene que estar ahí para apoyar la historia y no al revés; y por supuesto, no lo utilicéis como una excusa más para no poneros a escribir.
¡Valar morghulis!
Nota: este artículo no habría sido posible sin la ayuda de mi amigo Guillermo «Vylion» Serrahima, un auténtico nerd de los conlangs que me ha ayudado a documentarme y que actualmente está creando un lenguaje para un videojuego llamado Námoruag.
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