Permiso para existir: a escribir sí se enseña

Es el reconocimiento de una actividad docente que lleva más de 40 años desarrollándose en los márgenes, no proscrita pero siempre puesta en cuestión

Una ley que regule la actividad de un sector es habitualmente necesaria, organiza, fija marcos, otorga derechos y obligaciones y, en fin, da seguridad a todos los que trabajan o se benefician del mismo. Pero para la enseñanza de la escritura creativa la Ley de Enseñanzas Artísticas Superiores supone mucho más. Es un permiso para existir, el reconocimiento de una actividad docente que lleva más de 40 años desarrollándose en los márgenes, no proscrita pero siempre puesta en cuestión. A escribir no se enseña, a escribir no se aprende, cuántas veces hemos tenido que escuchar estas frases que, con mayor o menor intención o ingenuidad, ponen en duda nuestra labor.

Sin embargo, desde siempre los escritores se han agrupado en clanes, grupos, tertulias y generaciones que, muchas veces bajo el auspicio de un escritor por todos respetado, eran el entorno para compartir sus textos, comentarlos, escuchar críticas, dejarse aconsejar y, poco a poco, ir sacando lo mejor de su escritura. El oficio se aprende y el talento se cultiva, y todo esto se hace siempre mejor en la compañía de un buen maestro y en el ambiente adecuado. Curiosamente, durante mucho tiempo fue costumbre negarlo. «No es asunto de ellos que tengas que aprender a escribir. Déjalos pensar que naciste de esa manera», dicen que dijo Hemingway, que tanto aprendió en París con Gertrude Stein y el círculo de artistas que se reunía en torno a ella.

Por supuesto, un aspirante a escritor necesita de la guía y la compañía de sus pares igual que cualquier otro artista y, primero en el mundo anglosajón y luego en el resto del mundo, surgió una enseñanza que, en buena parte de Europa y América, se considera una enseñanza superior. Muchos de los grandes escritores actuales se han formado en escuelas, talleres o programas universitarios de escritura creativa.

En España nos ha costado un poquito más.

Hace ya casi 45 años que Clara Obligado fundó el taller literario que todo el mundo coincide en considerar el pionero de nuestra disciplina en España. Pronto, fueron apareciendo otros: la Escuela de Letras, los Talleres de Escritura Fuentetaja, el Taller de Escritura de Madrid de Enrique Páez y, ya en los albores del siglo XXI, dos actores fundamentales: l’Escola d’escriptura del’Ateneu barcelonès y Escuela de Escritores. Justo es citar a las muchas escuelas y talleres de menor tamaño que también han contribuido al proceso de creación de nuestra enseñanza: Billar de Letras, Hotel Kafka, La Plaza de Poe, Bibliocafé, Selecta, Laboratori de Lletres y tantos otros y a programas universitarios como los másteres de creación literaria de la UCM, de la UPF o de la Universidad de Sevilla. Entre todos, nos las hemos ingeniado para enseñar el oficio y hacer crecer el talento de muchos de los autores y autoras que, a día de hoy, encontramos en cualquier librería. Para todos nosotros, la aprobación de esta ley supone el reconocimiento de la labor de una vida.

Y es que, durante estos años, la enseñanza de la escritura creativa no solo se ha consolidado de forma que da empleo a cientos de docentes y atiende las necesidades formativas de muchos miles de estudiantes cada año, sino que también se ha desarrollado desde el punto didáctico y metodológico hasta alcanzar una madurez pedagógica plena.

La dinámica del taller —basada en la práctica de la escritura y la lectura de los textos en un grupo de trabajo en el que se señalan las virtudes y los principales defectos del texto y se ofrecen orientaciones para mejorarlos— es sin duda la piedra angular de nuestra enseñanza. Y esto no es inocuo. Por su propia naturaleza, el taller literario necesita del diálogo y de la escucha, de la reflexión inteligente y de una sensibilidad artística que se afina en cada sesión; requiere del valor de leer en público nuestro trabajo y de la humildad para aceptar como una ayuda los comentarios que señalan sus defectos; precisa de la constancia y del amor por la tarea para seguir escribiendo sin una recompensa tangible a la vista. Es un diálogo sin más jerarquía que la que otorga el conocimiento, basado en el respeto y la empatía, que no busca la homogeneización sino, al contrario, la construcción de una mirada poética personal. El objetivo es potenciar la individualidad del artista en el marco de una experiencia grupal que cuida la diversidad y se adecúa al ritmo de aprendizaje y los intereses literarios de cada cual. Aprender así marca carácter y construye un tipo de persona muy necesaria en estos tiempos.

A partir de esta dinámica básica, a lo largo de los años se ha construido una completa pedagogía. La lectura crítica y el análisis textual, la conexión con otras disciplinas artísticas y de pensamiento, el desarrollo de cursos por niveles con objetivos y competencias a desarrollar claros, la redacción de manuales y materiales teóricos bien argumentados y estructurados y, por fin, el desarrollo de programas equivalentes a másteres y grados universitarios, ha creado una enseñanza cuya calidad reconocen nuestros alumnos y las editoriales que publican sus obras y también es reconocida a nivel internacional. El importante papel de las principales escuelas de escritura españolas en la Asociación Europea de Programas de Escritura Creativa (EACWP) y su participación en programas docentes conjuntos con instituciones de Europa y América, así lo demuestran.

En este contexto, la Ley de Enseñanzas Artísticas Superiores llega para consolidar los derechos laborales y la carrera profesional de los docentes, asegurar el derecho de los estudiantes a recibir una enseñanza superior reglada y bien estructurada, con la posibilidad de obtener becas y una titulación válida a nivel nacional e internacional, y permitir a los centros educativos elaborar programas oficiales que consoliden la calidad de su enseñanza y atraigan a estudiantes de todo el mundo. La Ley de Enseñanzas Artísticas Superiores otorga a la escritura creativa un permiso para existir, sí, pero también supone una gran oportunidad para consolidar lo construido y le abre las puertas del futuro.

El pasado mes de noviembre se publicó este artículo de Javier Sagarna en el número 558 de la revista Cuadernos de Pedagogía.

Javier Sagarna, director de Escuela de Escritores. Fotografía de Isabel Wagemann - IMG570

Javier Sagarna

Director de Escuela de Escritores desde 2005. Imparte asignaturas en el Máster de Narrativa y en el posgrado de formación de profesores. Javier es escritor y licenciado en Farmacia. Miembro de la junta directiva de la Asociación Europea de Programas de Escritura Creativa (EACWP), colabora todos los lunes en La Ventana de la Cadena Ser. Ha impartido clases en instituciones como la Universidad Nacional de Colombia, el Orivesi College of Arts de Finlandia, la Scuola Holden de Italia o el Instituto Cervantes de Cracovia.

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