Escrito por: JAIME BARTOLOMÉ
El storytelling nos rodea; el storytelling está en todas partes. Nuestros timelines se llenan de ofertas de cursos y libros ofreciéndose a enseñarnos storytelling, miles de gurús se ofrecen a cambiar nuestra vida gracias al storytelling y, a este paso, alguien nos va a prometer que seremos más altos, más guapos y más sanos gracias al storytelling.
La realidad es que el storytelling no deja de ser el uso de herramientas narrativas en contextos que no son estrictamente narrativos. Dicho de otra forma, lo que nos están diciendo todos esos gurús es: «Si aprendes a contar historias y lo usas en tu vida profesional, todo te va a ir mejor».
Yo no tengo claro si contar historias nos va a rebajar el índice de masa corporal o si va a frenar la caída del cabello, lo que sí tengo claro es que nos puede ayudar a que nuestras presentaciones sean más entretenidas, emocionantes y, por lo tanto, más eficaces.
Vivimos en un mundo en el que pasamos medio día haciendo presentaciones y el otro medio escuchándolas. Esto supone un esfuerzo cognitivo notable porque todas las presentaciones se parecen y, a fuerza de escuchar tantas, nuestra memoria, al final de un día normal de trabajo, termina compuesta de trozos tomados de aquí y de allá de distintos temas, diapositivas y ponentes.
El storytelling nos puede ayudar a combatir ese fenómeno porque los seres humanos somos seres narrativos. Adoramos las historias, nos gustan las historias y, por lo tanto, tendemos a recordar las historias con más claridad que los datos o la información “en bruto”. Por eso recordamos mejor el capítulo de la serie de anoche que el último kick-off de un proyecto que nos presentaron ayer a las nueve.
Hay dos formas de utilizar el storytelling en nuestras presentaciones: la primera es muy evidente, yo puedo contar una historia. A esto le llamamos uso directo y es cuando, en un momento dado, el ponente nos cuenta una historia que conecta con el contenido de la presentación. Puede ser la historia de un cliente basada en un caso real; puede ser la historia de un equipo que se encontró en una situación semejante o incluso puede ser una historia que aparentemente no tenga nada que ver pero con la que exista un paralelismo o una conexión más o menos evidente.
La segunda forma de usar storytelling es cuando yo estructuro mi presentación de manera que contenga los mismos elementos básicos que contiene cualquier historia: personaje, deseo, obstáculos y acciones. Porque, al final, cualquier historia contiene esos cuatro elementos. Alguien quiere algo que le resulta difícil y hace algo por conseguirlo es la definición que da Ana Sanz Magallón en su brillantísimo libro Cuéntalo bien y es la mejor definición que conozco de una historia.
Puede parecer imposible estructurar una presentación así pero la realidad es que casi cualquier cosa puede ser un personaje y, por lo tanto, casi cualquier elemento (concreto o abstracto) de una empresa puede ejercer de personaje. ¿La facturación? Puede. ¿Un plan de recursos humanos para incrementar la productividad? También puede ser un personaje. ¿Un departamento? ¡Claro que sí!
Pensémoslo todos por un momento: Pixar nos ha demostrado que hasta la ansiedad o el ennui pueden ser un personaje. ¿De verdad resulta tan complicado escribir una historia protagonizada por los índices de calidad de servicio? ¿Por cualquier otro KPI?
La gran diferencia entre el primer uso del storytelling y el segundo radica en que en el primero la audiencia es plenamente consciente de que se le está contando una historia mientras que en el segundo, en muchos casos, permanecerán ajenos a ese fenómeno. Estarán experimentando las sensaciones propias de una historia —emociones, empatía, conexión, generación de expectativas— pero seguramente lo harán sin darse cuenta.
La clave en ambos casos radica en ser suficientemente valientes como para construir historias de verdad. Esto es, historias donde los protagonistas superen obstáculos y, a partir de ahí, pongan en práctica sus mejores habilidades para superarlos. Porque, aunque parezca mentira, lo que más nos cuesta a la hora de aprender a contar historias es diseñar obstáculos lo suficientemente importantes como para merecer tal nombre. Y esto pasa mucho más en el mundo de la empresa en el que hasta el propio término “obstáculo” tiene una reputación espantosa. Pero, claro, da para convertirse en el argumento de otra historia completamente diferente…
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Licenciado en CC. Imagen y Diplomado en Guion y Dirección Cinematográfica por The Los Angeles Film School (LAFS). Profesor de Guion y Storytelling para Escuela de Escritores desde 2003. Consultor Freelance de Storytelling especializado en formación y comunicación interna para clientes como Melià, Grupo Santander, NH Hoteles, ING Direct, Naturgy, Tecnatom, Iberdrola o Volvo, entre otros.
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