La cara B de la comunicación

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Escrito por: MARÍA VILLARAVIZ

¿Recuerdas aquella llamada telefónica que te cambió el día? ¿Aquel correo que leíste a última hora y no te dejó dormir? ¿Aquella palabra en medio de una conversación que te empezó a dar vueltas y se amplificó hasta ser casi lo único que podías escuchar? Seguro que te ha pasado en más de una y de dos ocasiones, estas situaciones que te acabo de presentar a modo de ejemplo se nos dan todos los días y esto sucede por una cuestión muy sencilla, el funcionamiento de nuestra escalera de inferencias.

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La escalera de inferencias es la cara B de la comunicación. Es la secuencia de peldaños que nuestro cerebro recorre desde que recibe un estímulo / hecho hasta que este estímulo se convierte en una acción (es la parte que no se ve a primera vista).

Primer peldaño: el hecho, el estímulo que percibimos. Al ser una situación concreta: gesto, tono, palabra, acción… es algo que podemos describir de manera objetiva. Lo curioso de esto es que a veces no somos capaces de describirlo con objetividad y lo que emitimos son juicios que justifican nuestra respuesta.

Segundo peldaño: selección de información. Nuestro cerebro tiene una habilidad espectacular para seleccionar la información que realmente le interesa y lo hace de manera automática, en muchas ocasiones lo que hacemos es filtrar todo el mensaje y quedarnos con aquella parte que realmente nos «impacta» haciendo que todo lo demás pase casi desapercibido. Esto tiene que ver con nuestra capacidad de atención reticular, es la atención que se activa cuando realmente es importante para nosotros (por ejemplo, cuando vamos a tener un hijo solo vemos bebés y carritos) o tenemos capacidad para captarlo (por ejemplo, aprendo una palabra nueva como reticular y a partir de este momento la escucho todo el rato, ¿quiere decir esto que no la decía nadie antes? No, lo que quiere decir es que, aunque se dijera, yo no podía escucharla).

Tercer peldaño: la interpretación. Una vez que hemos seleccionado la información, le damos significado, para ello empezamos a introducir datos que no estaban en el hecho inicial, pero los necesito para que el significado que esto tiene para mí sea consistente.

Cuarto peldaño: saco conclusiones y hago juicios. Todo esto me lleva a elaborar un juicio, pero no sobre lo que ha sucedido, sino sobre la persona o personas que han estado involucradas. Los juicios son algo «más grande», nos alejamos de lo que ha sucedido en hechos y en marco temporal.

Quinto peldaño: Universalizo el juicio. Una vez que he sacado conclusiones llevo el juicio a un nivel superior, lo generalizo, todas las personas de esa «categoría», «segmento» o “características” pasan a compartir el juicio, así todo lo que estoy pensando y sintiendo pasa a ser verosímil.

Sexto peldaño: Alimento mis creencias y valores. Aquí llega el punto clave. Mis creencias y valores necesitan ser alimentados, necesitan revalidarse constantemente, así que este peldaño influye en el segundo, ya que las gafas con las que voy a ver la realidad, filtrarla y, en el tercer peldaño, interpretarla, son las gafas que me dan la razón. ¿Ves cómo tengo razón?

Séptimo peldaño: Actúo. Poco tengo que decir en este punto. Después de todo el proceso solo me queda tomar una decisión que me lleve a la acción que sea más coherente con todo lo que he procesado en milésimas de segundo, en modo automático.

Ejemplo.

  1. Justo cuando me iba a ir para casa he recibido un correo de mi jefe para asignarme una tarea.
  2. Me ha puesto en el correo que, como tengo menos trabajo ahora, que lo haga yo, ¿que yo no tengo trabajo? No me lo puedo creer.
  3. Normal, como no tiene ni idea de lo que hago.
  4. Una vez más ha demostrado su falta de empatía.
  5. Es que siempre hace lo mismo, es un incompetente.
  6. Los jefes son todos iguales. ¿Ves cómo tengo razón?
  7. Tendré que enviarle un listado con todo lo que hago cada día, a ver si se entera.

Y, a veces, solo a veces, emitimos una respuesta centrándonos solo en una parte del mensaje, sin haber procesado toda la información. Es nuestra experiencia previa, nuestras expectativas, nuestras necesidades y creencias, nuestras emociones las que toman el mando. En definitiva, no nos comunicamos realmente con la otra parte, sino que nos escuchamos a nosotros mismos y nos damos la razón.

¿Qué puedo hacer?

  1. No te quedes con el primer impulso.
  2. Si no logras entender lo que ha pasado, lo que la otra persona te ha dicho, pregunta. Es una herramienta muy útil.
  3. Cuestiona tus creencias, por mucho tiempo que lleven contigo no quiere decir que sean las únicas.

No respondas en caliente, espera que tu nivel de cortisol baje y, «en frío», chequea si esa respuesta es la más idónea.

Acerca de la autora

María Villarraviz, colaboradora del blog EdE Empresas -IMG570

María Villaraviz

La creatividad, la comunicación y las emociones en el entorno profesional son algunas de las áreas de trabajo de María. Licenciada en Filosofía, especialista en RRHH con más de 20 años de trayectoria como consultora de desarrollo, así como counseller y facilitadora de aprendizaje.

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