Men Marías se licenció en Derecho y ejerció la abogacía desde los veintitrés años, especializándose en el sector mercantil. Debutó como escritora con la obra Pukata, pescados y mariscos, que fue galardonada con el Premio de Novela Carmen Martín Gaite 2017 y un accésit en el Premio Torrente Ballester 2017. En el género del cuento, ostenta un total de 28 menciones de ganadora y finalista en diferentes certámenes literarios españoles e internacionales. Además, es tutora de técnica literaria, novela negra y poesía en su ciudad. Su última novela es La última paloma (editorial Planeta).

Lo que arrastra la lluvia

Novela
Ediciones B
2023

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La última paloma

Novela
Planeta
2021

Más información

Pukata, pescados y mariscos

Novela
Traspiés
2018

Más información
Tomás Méndez, alumno de Escuela de Escritores -IMG100

Men Marías es una extraordinaria maestra y, además, magnífica escritora. Comparte todos los conocimientos que tiene y el material didáctico escrito por ella, es excepcional. Men Marías lo da todo, pero no regala nada. Si quieres aprender thriller, aquí es donde lo lograrás.

Tomás Méndez, desde Ciudad de México

Men Marías te lleva a otro nivel de aprendizaje. Ha sido una experiencia tan intensa como productiva. Se nota su experiencia como escritora y su pasión a la hora de enseñar. La parte teórica me ha parecido muy potente, los ejercicios muy atractivos y destaco, sobre todo, la ayuda que Men ofrece a lo largo del curso y que te hace crecer. Todo un acierto.

Francisco M López Martínez, desde Móstoles

Entrevista al profesor / Entrevista a la profesora

El escritor nace, pero se tiene que hacer. Hay una forma de mirar el mundo que el escritor trae consigo de serie. Donde otros ven un árbol, una estrella, un huevo o un ladrillo, el escritor ve el milagro. Pero ese solo es el punto de partida. Escribir no es juntar palabras. Ni siquiera desde el milagro. A escribir se aprende y a escribir se enseña.

Yo era alumna de un taller de escritura y mis compañeros me pidieron que impartiera uno propio. Esa fue la primera vez que di clase, a los veinte años, y, en la actualidad, lo sigo haciendo. Es un privilegio y un compromiso. Me caso con mis alumnos. Y me caso enamorada.

Más que profesora, me considero entrenadora. Mis clases son entrenamientos. Duros. A veces, muy duros. Intento que mis alumnos comprendan el beneficio del dolor y se valgan de él para escribir. Busco cuál es la herida que les sangra y trato de animarlos a que metan el dedo en ella. A que creen desde ahí. No a pesar del dolor, sino por él.

Les pido que lleguen a ser los escritores que son.

Un clima adecuado para la creación que siempre parta de la duda. La duda es el origen de la literatura y, desafortunadamente, vivimos en una sociedad que se empeña en negarla. En nuestro grupo de trabajo la duda será el principio y el fin y el ambiente que haya en él estará encaminado a fomentarla.

Tanto que a veces me avergüenza ser yo la profesora.

Ser un gran lector, en primer lugar. Una mente abierta, ausencia de ego y capacidad para reinventarse a diario si fuese necesario. Ser un gran lector, en último lugar.

En la emocional, por supuesto. En la estructura inconsciente que nos hace ser quienes somos, sentir lo que sentimos y cómo lo sentimos. Escribo desde ahí y enseño desde ahí.

Hay veces en las que cada una tiene su momento, sin embargo, en otras, se mezclan y existen a la vez.

Dostoyevski es mi estela. Siempre he buscado y busca la belleza que habita en el dolor y él fue quien supo encontrarla.

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