Ismael Martínez Biurrun (Pamplona, 1972) ha publicado ocho novelas, siempre en las fronteras del thriller, el fantástico, la ciencia ficción y el terror: Solo los vivos perdonan (Aristas Martínez, 2022) Sigilo (Runas, 2019), Invasiones (Valdemar, 2017), Un minuto antes de la oscuridad (Fantascy, 2014), Infierno nevado (Equipo Sirius, 2006), Rojo alma, negro sombra (451 editores, 2008), Mujer abrazada a un cuervo (Salto de Página, 2010) y El escondite de Grisha (Salto de Página, 2011) y el ensayo Soy lo que me persigue (Dilatando mentes, 2022). También ha participado en antologías de relatos como Aquelarre (Salto de Página, 2010) y Bleak House Inn, diez huéspedes en casa de Dickens (Fábulas de Albión, 2012).
Entre los galardones obtenidos por su trabajo se encuentran dos Premios Celsius de la Semana Negra de Gijón a la mejor obra fantástica del año (2008 y 2010) y el Premio Nocte a la mejor novela de terror (2008). Ha sido propuesto por la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror para el premio al mejor autor europeo en la convención de la European Science Fiction Society de 2019.
Escribir fantástico
Alejandro Marcos
Lola Robles
Arantxa Rochet
Alberto Chimal
Aitor Díaz
Maielis Gonzalez
Ismael Martínez Biurrun
Natalia García Freire
Manual de escritura
2024
Colección Escribir
Volumen 4
PdE & EdE
Soy lo que me persigue
Ensayo
2022
Publicado por:
Dilatando mentes
Sigilo
Novela
2019
Publicado por:
Runas
Mujer abrazada a un cuervo
Novela
2008
Publicado por:
Salto de Página
Entrevista al profesor / Entrevista a la profesora
El impulso de escribir viene de fábrica, estoy convencido, como cualquier otro impulso artístico. Tiene mucho que ver con el carácter. Nacemos con un carácter que, eso sí, evoluciona, adquiere aristas y profundidades con el tiempo, con nuestras experiencias y con el roce con otros caracteres distintos. Creo que lo mismo ocurre con el talento para escribir. Más que ser enseñado, creo que se trata de liberar ese impulso para que colisione con nuestro entorno y con nuestras propias limitaciones. En cierta forma, un taller de escritura es como una habitación con las paredes acolchadas donde se nos permite que hagamos todas las locuras, donde nuestro talento demuestre hasta dónde es capaz de llegar. Sé que debería hablar sobre la importancia de ser constante, ordenado, metódico, bien aconsejado… pero toda esa parte de disciplina es la que menos me interesa, en realidad.
Sobre todo significa estar en contacto con gente que comparte la misma pasión absurda y frustrante de escribir. Me refresca y me carga de energía. La razón práctica de por qué comencé a impartir talleres es muy sencilla: además de mi pasión, escribir es también mi profesión, es lo que sé hacer mejor que cualquier otra cosa, y donde creo que mi experiencia puede ser más valiosa.
Dejo que los alumnos se tomen todas las libertades que quieran a la hora de interpretar y desarrollar los ejercicios planteados, aunque, eso sí, luego se trata de revisar y preguntarnos si se ha conseguido el efecto de suspense buscado. No todo vale. Se trata de trabajar los mecanismos de la tensión narrativa. Si eso falla, hay que preguntarse por qué.
Claro que me siento libre a la hora de aplicar mi criterio, otra cosa no tendría sentido por mi parte ni por parte de la escuela. Intento aportar lo mejor que tengo, a mi manera, pero sin grandes extravagancias. En el fondo el mecanismo es muy sencillo: escribir y corregir.
Siempre digo que vamos a trabajar el suspense en su sentido más amplio, es decir, de forma que les pueda servir para introducir tensión en cualquier texto que desarrollen más adelante, independientemente del género. Ningún relato funciona, por muy bella que sea su prosa, si no tiene un pulso, si no mantiene al lector en vilo. El nivel de exigencia es flexible, hay alumnos a los que se puede forzar más, porque lo piden, y otros que necesitan mantener un equilibrio entre la exigencia y el placer de escribir, lo que también es comprensible. Trato de entender lo que quiere cada alumno.
Me gusta que los alumnos participen al máximo, incluso que se lleven la contraria y haya debate entre ellos, eso sí, siempre guardando el respeto por los compañeros y por sus trabajos. Nadie tiene derecho a mirar por encima del hombro a nadie, estamos todos aprendiendo y la literatura no es una ciencia exacta.
Sin duda. Me aprovecho al máximo de su energía y de su frescura, me hacen ver mil perspectivas nuevas para abordar cualquier tema. Cada persona es un mundo, y resulta fascinante ver cómo las mismas propuestas derivan en trabajos y creaciones absolutamente distintos. Gracias a eso ningún taller es como el anterior, surgen dinámicas nuevas y siempre es una experiencia estimulante.
Como he dicho, creo que es fundamental entender qué busca cada alumno, y orientarlo en función de eso, en lugar de tratar de imponerle unas directrices rígidas y una determinada forma de ver la literatura. Y siempre fomentar la participación, porque el feedback entre los alumnos casi siempre resulta más valioso que cualquier texto teórico.
El suspense proviene siempre de nuestros miedos inconscientes, así que en mis clases y en mis prácticas hacemos bastante reflexión psicológica sobre esa cuestión: ¿qué nos asusta? ¿cuáles son nuestros temores silenciosos? ¿cómo reaccionaríamos ante la amenaza hecha realidad? Y por supuesto: ¿cuáles son las herramientas de las que dispone un autor para transcribir ese miedo? A veces, algo tan aparentemente nimio como la disposición de las frases en el texto, los espacios en blanco, etc, resulta fundamental para generar el efecto preciso.
Soy un escritor muy lento y cuando estoy desarrollando una novela necesito, a la vez que constancia, un espacio de desconexión para no obsesionarme ni atascarme. Los talleres son perfectos, porque puedes dejar la novela de un lado pero el cerebro nunca se detiene, una parte sigue dándole vueltas a tu novela mientras trabajas en los textos de otras personas.
Si tuviera que escoger un solo nombre diría Ray Bradbury, por el nivel de perfección de su prosa. Es capaz de ser deslumbrantemente poético y al mismo tiempo mantener un buen ritmo narrativo, crear tramas, construir personajes complejos y muy vivos, sin descuidar el suspense.
Tengo la mala costumbre de leer varios libros a la vez. Ahora mismo estoy con Aniquilación de Jeff Vandermeer, Personajes desesperados de Paula Fox y Extraños Eones de Emilio Bueso.