Alfaguara publica ‘Relatos en cadena’, los microcuentos de 2007-2008

Introducción de Javier Sagarna (director de Escuela de Escritores)

 

Ya desde sus comienzos la radio ha sido un medio idóneo para la ficción literaria, las letras se han movido a gusto en las ondas y durante muchos años los oyentes se han emocionado, divertido y hasta asustado con las historias que la radio les contaba. Ocurría antes de que el 30 de octubre de 1938 Orson Welles y su Guerra de los mundos—basada en la novela homónima de H. G.Wells— aterrorizasen a América, y siguió ocurriendo después, en los tiempos en que radionovelas como Ama Rosa o Simplemente María tenían a media España pendiente del transistor. El ímpetu del cine y la televisión fue poco a poco apartando a la gente de la narrativa radiada que, pese a algún glorioso coletazo final —¿cómo olvidar la mítica Saga de los Porretas que alegró el despertar de toda una generación?—, fue quedando limitada a la profundidad de los programas nocturnos y de madrugada y a algún que otro reducto más.

La realidad, con sus múltiples caras, acapara hoy las programaciones: noticias, entrevistas, eventos, tertulias… Y, sin embargo, la ficción está ahí, disponible, esperando la oportunidad de adaptarse a los nuevos tiempos. Tal vez fue sólo eso lo que le ocurrió a la ficción radiofónica, que no se adaptó a los tiempos.

Ya en sus Siete propuestas para el próximo milenio, Italo Calvino incidía en la levedad como una de las características fundamentales del arte que se avecina. Levedad como texto breve, sí, en parte, pero sobre todo como capacidad de sugerir, de decir poco para significar mucho, como el arte de generar vacíos.

Si hay un género esencialmente leve ése es el microrrelato. Apenas unas pocas líneas para contar una historia mínima pero capaz de proyectarse a significados de orden muy superior gracias a su poder de sugerencia. No es un género nuevo y, casi sin rebuscar, podemos encontrar antecedentes que se remontan a la Antigüedad clásica, a la Edad Media, y que proceden de culturas tan dispares como la occidental, la árabe o la china. Pero es en el siglo XX cuando el microrrelato toma cuerpo como un género autónomo y de gran poder para expresar la confusa marcha de los tiempos. De Rubén Darío y Gómez de la Serna a Borges, Cortázar o Bioy Casares, de Kafka a Sam Shepard, de la levedad extrema del dinosaurio de Monterroso a la media página de algunas joyas de Monzó y Ana María Matute, llegando incluso hasta los cuentos, ya algo más largos, de Carver o Medardo Fraile, son legión los autores que han visto en la brevedad la más eficaz de las herramientas narrativas.

Ahí estaba, pues, la radio —posiblemente el más leve de los medios de comunicación— y ahí estaban los microrrelatos, y todo el siglo XXI por delante. Así que el Hoy por Hoy de la Cadena SER y Escuela de Escritores decidimos juntarlos. Y decidimos que, en este regreso de la ficción a la radio —nunca se fue del todo, pero tampoco acaba de estar—, los oyentes debían ser los protagonistas. Primero fueron los ‘Audiogramas’, un concurso en el que los oyentes componían relatos a partir de fragmentos sonoros rescatados de la fonoteca de la SER, luego ‘El mejor final de la historia’, una invitación a escribir a partir de la primera frase que proponía un escritor, más tarde ‘El periodismo es un cuento’ propuso superar las barreras de la realidad periodística encontrando ficciones tras las noticias.

Siempre cien palabras para escribir un cuento que —huyendo de la charlatanería de la brevedad frente a la que ya nos previene Borges— encontrase esa escena, esa imagen, ese par de trazos que lo dicen todo y, en su levedad, conmueven tanto o más que muchas novelas.Y siempre, con o sin premios, nos acompañó un aluvión de oyentes que se daban a la escritura con más o menos oficio, a veces con talento, siempre con gozo.

De toda esa experiencia nació, en septiembre de 2007, ‘Relatos en cadena’. Una propuesta sencilla: la última frase del relato ganador sería la primera de los relatos de la siguiente semana, tres días y cien palabras para escribir y unos minutos de radio en directo para los autores de los tres mejores textos. Unos minutos en el aire para escuchar su relato en las voces de Maika y Emma y para ayudarnos a Javier Rioyo, al escritor invitado y a mí, a elegir al ganador semanal. Por el mismo sistema, entre los ganadores semanales se elegía el mensual.

Y entre éstos, en la gran final de primeros de julio, un jurado compuesto por Rosa Montero, Juan González Álvaro, Javier Rioyo, Luis del Val y Javier Sagarna, al que se sumó, como un jurado más, el resultado del voto popular eligió al ganador de la temporada y del gran premio de seis mil euros.

Por supuesto, nada de esto hubiera sido posible sin tener detrás un prejurado —los profesores de Escuela de Escritores— encargado de cribar los casi setecientos relatos que llegaron cada semana, un equipo de producción —el de la Cadena SER— que nunca falló a la hora de localizar a los autores y traerlos a la radio, y un programa —Hoy por Hoy, y su director, Carles Francino— que desde el principio se volcaron con esta propuesta. El resultado fueron casi veinticinco mil relatos escritos por los oyentes de la Cadena SER, de los que una selección —los ganadores y finalistas de cada semana y del concurso, algunas rarezas, textos que se quedaron a las puertas de una final semanal que, tal vez, habían merecido— pueden leerse en este libro. Unos textos que afirman, con la fuerza de su calidad, que la ficción y la radio han vuelto a encontrarse y que el idilio puede ir para largo.

 

Prólogo de Carles Francino

Este libro es el resultado de cuarenta y tres martes de relatos radiofónicos. En él encontrarán árboles genealógicos perversos, vampiros, asesinatos, recreos de colegio, artistas circenses y hasta hipotenusas. Encontrarán decenas de relatos de cien palabras.Y sobre todo, encontrarán el talento y la ilusión de los oyentes de Hoy por Hoy.Todos los martes, a las 10.30 de la mañana, en la Cadena SER, nos citamos para poner en común estos relatos que nos remiten por centenares.

Podríamos decir que es el premio literario mejor dotado por palabra en lengua castellana: seis mil euros por cien palabras. Podríamos añadir que, cuando leemos esos relatos, hay millones de personas escuchando, que es el mayor club literario en lengua castellana, y que estos microrrelatos obtienen una difusión que para sí quisieran escritores consagrados. Pero por encima de esas grandes cifras, todos los martes, a las 10.30, en colaboración con la Escuela de Escritores, se cita la ilusión de quien inventa algo y quiere contarlo. Y para mí es especial. Siento que, por un rato, dejo de contar yo historias y me convierto en oyente de quienes habitualmente me escuchan a mí.

La radio es como la vida: una autopista de doble dirección por la que transitan personas y sentimientos. En fin, me había propuesto escribir un prólogo de cien palabras, y ya me he excedido.

Un último consejo, sobre el libro: degústenlo con calma.

Relato ganador de Estefanía Morán

Se lanzará desde el trapecio. Correrá a través de la raíz cuadrada, sintiendo cómo el aliento de la malvada hipotenusa se le acerca hasta casi atraparlo para siempre. En un intento vano por despistarla llega al abismo de la derivada. Se siente acorralado, pero no, encuentra una salida en la división y vuelve a escapar deslizándose por ésta. El número Pi se salva y llega hasta el infinito. Pero…
—Andrés, ¿me escuchas?
—Sí, maestra.
—Muy bien, continuemos. Si un tren sale de Madrid a las ocho de la mañana y otro de Barcelona a las diez…
La malvada hipotenusa capturó a Pi.

Estefanía Morán
Ganadora del concurso, edición 2007-2008

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