Presentamos el libro de alumnos del curso lectivo 2021/2022, ¿te unes a la fiesta? Este año puedes conectarte en línea.
- ¿Dónde? En los Teatros Alfil (C/Pez, 2, Madrid) y en la sala Zoom 178 024 908.
- ¿Quiénes? Presenta Jaime Bartolomé. Actuación musical.
- ¿Cuántos? Aforo de 170 personas en el teatro (completo a 8 de junio) y de 500 personas en línea.
El próximo sábado 18 de junio presentamos en la Sala Alfil de Madrid El verdadero nombre de las cosas. Se trata del libro que recoge los relatos de 297 alumnos del Curso 21-22 en Escuela de Escritores y que cuenta con el prólogo de Natalia García-Freire, autora de Nuestra piel muerta y Trajiste contigo el viento y una de las voces más destacadas de la nueva narrativa Latinoamericana.
Acerca del libro
Este es el volumen número 19 de los libros publicados cada año por Escuela de Escritores recopilando los textos de los alumnos. El prólogo, en esta ocasión, es de Natalia García Freire.
Quien llega a una escuela de escritura lo hace sabiendo que lleva un mundo dentro del que solo podría hablar con balbuceos. Es el sueño, la obsesión con ese mundo lo que nos hace golpear una puerta, llenar un registro y luego sentarnos, como en una sesión de escritores anónimos, a contar qué hacemos ahí, qué queremos escribir. Y volvemos cada día con la esperanza de encontrar las palabras, las imágenes, un yo tampoco he escrito nada hoy o un mira, léete a este autor, te va a encantar. Y cuando menos nos damos cuenta, el mundo empieza a aparecer y la escritura se convierte en un trabajo a veces solitario, y muchas veces colectivo, en una investigación, en una especie de búsqueda del tesoro.
Lee aquí el prólogo completo
El verdadero nombre de las cosas
Antes de Hogwarts, Terramar fue la escuela de los magos, tierra de dragones y de la palabra original. Porque en Terramar se habla el lenguaje del creador del mundo. Ursula K. Le Guin, escritora, hechicera también, les dio a sus magos una misión: encontrar el verdadero nombre de las cosas, solo así podrían mover montañas, domar a los monstruos, detener el tiempo.
Para conseguirlo existen tres posibilidades:
- Que los objetos y las cosas te cuenten, al oído, su nombre.
- Una estancia en la Torre solitaria leyendo larguísimos pergaminos donde se encuentran las palabras verdaderas.
- Llegar a comprender, de tal modo al objeto o ser, que uno pueda incorporar su esencia.
Terramar, podía decirse, es también una gran escuela de escritura.
En una escuela, en una buena escuela, no encontramos fórmulas, ni respuestas, sino misiones, mundos por descubrir, compañeros de aventuras. Cuando me preguntan si creo que uno puede aprender a escribir, siempre digo que el fin no es ese. ¿Quién quiere aprender a escribir? ¿Existe una sola forma de escribir correcta, buena?
En una escuela de escritura no aprendemos, descubrimos, acompañados de profesores y compañeros, lo que siempre estuvo ahí: un ser antiguo que miraba el fuego y veía en él apariciones, historias y bestias. Esa es la magia, sentarse con otras personas que han visto el fuego, que no pueden dejar de pensar que existen mundos ahí justo donde la llama se convierte en humo, mundos que no son exactamente otros planetas, no, sino lenguaje puro, que crepita y quema, que no tiene límites, que es el lugar donde realmente sucede la magia.
Y en este acto, en el de juntarse a escribir, a mirar el fuego, también hay mucha humildad. La misma que pedía Le Guin a sus magos, la de ser capaz de acercarse a los objetos y convencerlos de que te cuenten sus nombres, no imponerles nada. Investigar y preguntar, preguntar y escribir. No trabajamos bajo la lógica del dios genio, el dios que todo lo crea en un momento de inspiración, sino en la del aprendiz de mago que busca nombrar el mundo, tal como el mundo quiere ser nombrado. Así, hay quienes descubren mundos fantásticos, infantiles, mundos de máquinas más humanas que nosotros, mundos donde los animales hablan y las plantas crecen hasta cubrirlo todo, mundos de romances y traiciones, mundos de insectos y apariciones, mundos como este, pero con un poco más de sentido. Ese descubrimiento no se da de forma automática, hay mucho trabajo, sudor, noches en vela, baile, conversaciones en el bar, tecleo y borrado detrás.
Quien llega a una escuela de escritura lo hace sabiendo que lleva un mundo dentro del que solo podría hablar con balbuceos. Es el sueño, la obsesión con ese mundo lo que nos hace golpear una puerta, llenar un registro y luego sentarnos, como en una sesión de escritores anónimos, a contar qué hacemos ahí, qué queremos escribir. Y volvemos cada día con la esperanza de encontrar las palabras, las imágenes, un “yo tampoco he escrito nada hoy” o un “mira, léete a este autor, te va a encantar”. Y cuando menos nos damos cuenta, el mundo empieza a aparecer y la escritura se convierte en un trabajo a veces solitario, y muchas veces colectivo, en una investigación, en una especie de búsqueda del tesoro. Nos sentimos nerviosos, ansiosos, emocionados por lo que escribimos y nos sentimos nerviosos por leerlo en voz alta. Porque cada vez que nos sentamos en las aulas, vemos cómo la escritura vuelve a su origen oral y cada tarde cuando muchos de los escritores de este libro leen sus textos, sucede el hechizo, los demás escuchamos, en silencio, imaginando todo, con el calor y el sonido del fuego en la mente.
Como fue en un principio.
Los textos que aquí habitan son el resultado de ese descubrimiento, de ese juego, de ese fuego. Pues vamos a decirlo ya, aquí no aprendemos, aquí jugamos, aquí probamos, aquí miramos la rosa hasta que se pulverizan nuestros ojos, como nos manda Pizarnik, tratamos de escribir hasta agotar los lugares como nos indica Perec, usamos el método Gombrowicz como nos aconseja Alfonso Fernández Burgos, probamos métodos y formas, reescribimos, tachamos y lanzamos bolas de papel por el aire. Y lo hacemos juntos y sin miedo. Porque la escritura nunca ha sido una labor solitaria, ni de genios y musas, siempre hemos escrito acompañados, de monstruos o fantasmas, de muertos vivientes y dragones, de gente, objetos, amuletos y pociones. Se escribe desde la infancia sin escribir ni una sola palabra. Este no es un oficio formal y elegante, sino un juego serio y peligroso pues siempre hemos sido solamente unos aprendices de magos, tratando de mover las montañas con profanos conjuros.
Estos textos contienen el mundo de cada uno de los participantes, los nombres verdaderos de sus seres y objetos, los incontables juegos y experimentos que se han dado en las aulas físicas y virtuales, las frustraciones y las alegrías, los cabezazos contra el teclado y también las sonrisas de quien por primera vez leerá sus palabras en el papel.
Siéntese cómodo, imagine el fuego frente a usted y empiece a leer.
Acerca de la prologuista
Natalia García Freire
Es periodista y ha publicado artículos de cultura, viajes, perfiles y crónicas en medios como BBC Mundo, Univisión, Plan V, CityLab Latino, la revista de viajes Ñan, BG Magazine y Letras del Ecuador. Fue alumna de la VII Promoción del Máster de Narrativa de Escuela de Escritores. Su primera novela Nuestra piel muerta se publicó en octubre de 2019 en la editorial española La Navaja Suiza y fue considerada una de las mejores novelas del año por el New York Times.
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