Licenciada en Letras. Como especialista en el área de LIJ, colabora con distintas editoriales educativas (en Argentina, España y USA) elaborando material didáctico para todos los niveles de educación. Lleva publicados más de treinta libros para niños y jóvenes y ha obtenido algunos premios por ello, como los dos premios ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina, sección nacional de IBBY) a su libro El gigante de Balvanera (Destacado de LIJ en 2015, Favorito de los lectores en 2018). Entre otros de sus libros, cabe mencionar: Cambio de idea, La bella despierta en las redes (Riderchail), Bicho raro (Edebé), Supersecreto, Misterio en el campanario (Del Naranjo), Brujería en la escuela, Dinosaurio a la vista, Puras mentiras (Lúdico), Tengo un zombi (Letra Impresa), Cuéntame América (Uranito), Cuentos de había una vez (tinta Fresca), La luna de Milena, Justo al revés (Ekeka).
Tengo un zombi
LIJ
2015
Publicado por:
Letra Impresa
Cuéntame, América
LIJ
2014
Publicado por:
Uranito Argentina
Entrevista al profesor / Entrevista a la profesora
La frase me parece un mito. Yo estoy convencida de que el escritor se hace escribiendo. Puede haber cierta “materia prima” o habilidad o incluso una intuición que hace que el camino se allane en parte, pero hay un porcentaje mucho más grande en la ecuación que se gana a fuerza de trabajo, de disciplina, de empeño, de autosuperación.
Siempre digo que hay dos cosas que me encantan: escribir y enseñar. Y tengo el privilegio de poder ejercerlas. Además, mi trabajo como profesora me ayuda a ser mejor escritora. Leer a otros sin duda ayuda a escribir. Cuando comencé a dar clases era muy jovencita. Y siempre me sentí muy cómoda en el aula, con el intercambio y la retroalimentación. Soy feliz enseñando. Y más, cuando lo que enseño es a escribir.
Soy muy de querer compartir lo que me apasiona y como los libros en general me apasionan, todo el tiempo estoy dando ejemplos y recomendando lecturas. Creo que una parte importante de escribir es leer. Y hay que darse el tiempo para hacerlo. Uno como docente tiene que fomentarlo. Yo incluso no puedo evitar fomentarlo. No puedo enseñar a escribir sin inmiscuirme en el hábito de la lectura.
Les pido que disfruten, que se sacudan todos los prejuicios y no duden en tergiversar una consigna si sienten que esta los está limitando. Que las consignas solo son excusas, disparadores que los ayudan a escribir pero que de ningún modo tienen que suponer una traba. Cuando termina el curso los animo a que sigan escribiendo, leyendo, manteniendo el hábito que han logrado con el curso. El taller les da una disciplina, los “obliga” a escribir con recurrencia y es importante que intenten mantener ese ritmo. Que sigan entrenando siempre. Mi nivel de exigencia es el resultado de dos objetivos concretos: por un lado aportar una mirada que les permita mejorar y superarse y por el otro atender a cada escritor particular. No les exijo a todos lo mismo, porque no son todos iguales. Algunos vienen ya con esa materia prima, esa intuición de la que hablaba al principio y entonces a ellos me permito exigirles más. Me pongo más “puntillosa” con sus escritos porque entiendo que eso es lo que necesitan para ser mejores. Y también me esfuerzo por resaltar lo bueno. Porque siempre hay cosas buenas para resaltar, creo que los escritores necesitamos las dos cosas: palmadas de aliento cuando damos en la tecla y tirones de orejas para que podamos volver atrás y barajar de nuevo.
De confianza y alegría. Y es fácil generar ese clima, porque quienes se apuntan en estos cursos lo hacen por placer, porque quieren, porque disfrutan escribir. Entonces ya de por sí hay una alegría compartida, porque todos estamos ahí haciendo algo que nos apasiona. Y la confianza se genera también muy pronto porque al leerse unos a otros se consigue cierta intimidad. Lo que compartimos (la escritura) es muy íntimo y personal. Y nos acerca.
De todo. Dependerá del grupo y de las circunstancias. Pero a veces me hacen ver mis propios “vicios” como escritora (porque me veo reflejada en sus escritos o en sus observaciones). A veces yo misma me encuentro dándoles consejos que me vendría bien escuchar (y seguir) de vez en cuando.
1) La humildad. No somos infalibles, podemos tener un poco más de experiencia o técnica, pero eso no nos convierte en dueños de la verdad. Porque lo cierto es que para escribir no hay recetas. 2 y 3) La empatía y la exigencia, a dosis iguales. Porque es tan importante señalar los fallos como resaltar los logros. 4) Compromiso. Porque es importante tomar en serio los textos de cada uno. Creer en tus alumnos y tener también la convicción de que podrán superarse y avanzar respecto a cómo estaban al momento de iniciar el curso; y para ello también tenemos que comprometernos, no soltarles la mano, acompañarlos en ese proceso.
Trato de abarcar todo. A veces el protagonista y la ambientación son geniales pero falla la trama. A veces, al revés: falla la trama pero los personajes son sosos o el ambiente nulo. En principio trato de señalar estas cosas. De no dejarme llevar por mis propios gustos como lectora. Personalmente, a mí me seducen más los personajes, el narrador, el punto de vista, la atmósfera de un relato que la historia misma. Por eso resalto con entusiasmo estos elementos, pero no quita que pueda reconocer una buena trama. Y en este caso está el desafío de ayudarlos a contar mejor esa trama con tanto potencial.
Como puedo. Aprovechando los huecos, las pausas en el trabajo. A veces soy multitareas y en el mismo día puedo escribir lo propio y atender a la escritura ajena. A veces necesito separar las aguas, terminar con una cosa para empezar con la otra.
¡Me gustan tantos! En LIJ, Roald Dahl es mi gran referente. María Elena Walsh, Elsa Bonermann por mencionar dos grandes autoras argentinas, que siempre serán un modelo para mí. Porque yo crecí con ellas como lectora. Ahora estoy leyendo Teoría de la gravedad de Leila Guerriero, que no es ficción ni LIJ ¡pero qué lindo escribe esta autora!