Montserrat Sánchez Alonso nació en Madrid, cuenta en su haber con varios talleres y cursos de escritura y se ha formado en la XIII Promoción del Máster de Narrativa de Escuela de Escritores, en cuya revista ha publicado uno de sus relatos. En la actualidad imparte talleres de Escritura Creativa y terapéutica y dirige el Club de lectura de ‘Once Café con libros’. Su primera novela se encuentra en proceso de publicación tras presentarla en el pitch literario que le sirve de colofón al Máster de Narrativa de la Escuela de Escritores. Trabaja ya en la escritura de su segunda novela.
Ha sido parte del comité editorial de la Revista literaria La Rompedora y la ganadora del concurso literario 200 pulsaciones cuyo jurado, compuesto por Rosa Montero, Marta Sanz y Manuel Vilas, eligió su microrrelato entre más de mil ochocientos textos. Fue responsable de la campaña de alfabetización de adultos de la ciudad de Granada (Nicaragua), y ha trabajado como secretaria literaria e investigadora en salud mental para un hospital madrileño durante más de una década.
Es compositora, cantante y baterista del grupo Fario, con quien ha publicado dos discos de larga duración y tres sencillos.
Entrevista a la profesora
Por lo general, no creo que una persona nazca destinada a convertirse en algo: ya sea una escritora, una cantante lírica, una baterista, una antropóloga, una campeona mundial de hípica o una astronauta. Sí creo, sin embargo, en los talentos y en las capacidades innatas, en el apoyo del entorno y, sobre todo, en el trabajo y en el esfuerzo. Y, puesto que la escritura es lo que ahora nos concierne, te diría que sí creo que a escribir puede aprenderse, que el oficio de escritor o de escritora puede enseñarse, pero que con eso no basta. Nadie puede sentarse por ti a escribir, nadie más que tú habrá de desvelarse o perseverar hasta dejar un texto reluciente. Podrán enseñarte a fondo todas las técnicas, desvelarte cómo se hace, pero nadie más que tú decide hasta dónde quieres llegar para dominar por completo el juego de artificio, así como nadie puede decidir por ti el tipo de escritora en la quieres convertirte.
Comencé a impartir clases de escritura unos meses después de finalizar el Máster de Narrativa de la Escuela de Escritores. Cursar y superar con éxito el máster fue tan transformador para mí que muy pronto supe que deseaba poder transmitir a otras personas el oficio del arte de la escritura. Como docente me empeño en enseñar a utilizar las técnicas, las herramientas, las costuras de los textos; pero mi labor también significa deconstruir ese halo místico atribuido a los y las escritoras célebres. Así, quien se inicia en este mundo interioriza que la clave de la celebridad de sus ídolos no habita en sus dones, sino es su ingente capacidad de trabajo y en su perseverancia, lo cual allana el camino del aprendizaje y acerca al debutante al corazón mismo de aquello que quiere conseguir.
En mi metodología resulta crucial honrar el proceso mismo de escritura, el esfuerzo de cada participante durante los talleres, encontrar aquello que los hace únicos y que de una forma tan fértil puede nutrir su literatura, conseguir que crean con fuerza en su vocación y en sus voces naturales, en su mirada.
Al alumnado le pido que arda, que lea, que se comprometa con aquello que quiere decirse y contar, le pido esfuerzo y ganas, autocompasión y ternura. Antes y después de cada taller. Mi nivel de exigencia es alto en todo lo que hago, pero siempre desde la alegría y el respeto.
En cualquiera de mis talleres me esfuerzo para que el clima del grupo sea siempre amable y respetuoso, como de familia en torno a un fuego.
A mirar de forma diversísima el mundo, a reconectar con la ilusión y las ganas y también con el miedo que tenemos cuando por fin nos atrevemos a dar el paso de escribir con seriedad por primera vez.
Para mí todo buen profesor o profesora ha de tener, por una parte, un conocimiento y un amor profundos por las materias que imparten y, por otra, la sensibilidad y la ternura para acompañar a su alumnado en su viaje de inmersión a la escritura. Ninguna de estas cualidades está reñida con la exigencia ni con la enseñanza seria y disciplinada del oficio.
Me esfuerzo especialmente en transmitir mi amor por las palabras porque son nuestro material de trabajo, así que profundizo en aquellas claves necesarias para encontrar la palabra justa, así como en todo lo que concierne a la construcción de campos semánticos. También hago especial hincapié en la trasferencia de significados, en la ambientación y su poder simbólico, en la psicología de los personajes y en la investigación de narradores poco habituales.
Convertirme en madre me ha ayudado ha optimizar el tiempo de un modo que jamás hubiera imaginado. ¿Procrastinaqué? La organización de espacios y de tiempos específicos para cada labor es esencial. El respeto a la rutina también lo es, conservando sana la capacidad para ser flexibles, claro. Siempre soy madre pero, durante las horas en las que mi hija está en la escuela infantil, soy escritora o profesora dependiendo del día de la semana y, durante el fin de semana, trabajo cuando mi hija duerme en mi nueva novela. Ella es mi reloj narrativo de una forma literal.
Me resulta imposible decantarme. En la actualidad simultaneo dos lecturas: La vergüenza de Annie Ernaux y Réquiem por un campesino español de Ramón J. Sender.