Escritora, profesora de narrativa y poeta. Escribe novela, relato breve, columnas literarias y poemas. Imparte talleres desde 1998 y da cursos de Escritura creativa, Relato breve, Novela secuencial, Escritura y Gestalt, Escritura autobiográfica y Psicología de la creatividad, además de seminarios de escritura enfocados al desarrollo personal. Se ha formado en Terapia Gestalt.
Ha escrito, en colaboración con Antonio Jiménez Morato, el Curso de Relato breve dirigido por Ángel Zapata que se imparte en la actualidad en los Talleres de escritura creativa Fuentetaja (donde fue profesora de relato y novela de 1998 a 2009).
Ha publicado en revistas los artículos: ‘La escritura como camino de vida’, ‘Escribir es escucharse’ y ‘Sobre el deseo’, este último incluido en Cuaderno de ideas (Ed. Fuentetaja 2007). También colaboró con sus artículos en la sección ‘Bienestar’ de la revista MUFACE y, con su columna ‘Mitades’, en el periódico Escuela.
Tiene relatos publicados en varias antologías: ‘Lisboa’ (finalista del premio ‘NH’ de relato breve en el 2001), ‘Calor’, en Trentacuentos (Casabierta Editorial 2008) ‘Fundición’, en 02 Relatos (Tres rosas amarillas, 2011)
Sus dos novelas publicadas: Los que lloran solos, finalista en el premio ‘Juan Pablo Forner’, 2002 (Gens Ediciones, 2005) y El corazón de las estatuas, (Gens Ediciones, 2007).
Colabora con sus textos en el libro de fotografía enCLAVEdePORTUGAL (Ed. Asimétricas 2017)
Los días huérfanos (Amargord 2019) es su primer libro de poemas.
El corazón de las estatuas
Novela
2007
Publicado por:
Gens
Los que lloran solos
Novela
2005
Publicado por:
Gens
Noche de relatos (Numero 13)
Relato
2001
Publicado por:
NH Hoteles
Entrevista al profesor / Entrevista a la profesora
Hay una respuesta de Augusto Monterroso a esta pregunta que me parece estupenda. Con la fina ironía que le caracterizaba respondió: «Todavía no conozco a ningún escritor que no haya nacido». Genial, el tipo. Por lo tanto, primero nacemos y luego… ya se verá. Aunque yo añadiría que hay un aprendizaje objetivo y alcanzable, que es el dominio de la técnica, y otro más subjetivo y delicado de mostrar, que es educar la mirada; enseñar a mirar de manera artística.
Me encanta mi trabajo y me considero una privilegiada, pues es una gran suerte poder ganarme la vida haciendo lo que más me gusta. Empecé a enseñar cuando uno de mis maestros me dijo que estaba preparada. Fue un honor que confiara en mí para continuar una labor tan bella.
Procuro que los alumnos se entusiasmen con lo que hacen, que sientan que es importante desarrollar su creatividad y que es bueno sentirse acompañado en el solitario oficio de escribir. También insisto muchísimo en la necesidad de leer y de vivir atento. Escribir, más que desvaríos, requiere grandes dosis de atención y no me cabe duda de que vivir atento puede enriquecer mucho nuestras vidas y, por lo tanto, nuestra escritura.
Les pido muchas ganas. Cuando el deseo de escribir es sólido los tropiezos se consideran etapas del camino y no fracasos. Pero sin entusiasmo se acentúa el desequilibrio de lo que quizá contabilizamos como «ganancias y pérdidas» cuando, en realidad, ni se pierde ni se gana. Se trata, simplemente, de un camino de aprendizaje. Es curioso, pero cuando termina el curso un porcentaje amplio comenta que comenzó en el taller para aprender a escribir y que lo que ha conseguido, después de los meses, es aprender a leer. Este es, para mí, el mejor resultado. Si no sabemos leer entre líneas, difícilmente vamos a escribir de una manera artística.
Prefiero un clima cálido, porque hace que el aprendizaje resulte mucho más divertido. Es bueno que nos podamos reír de nuestras meteduras de pata, decirnos lo que nos ha gustado menos o lo que nos parece que está muy bien escrito…
Enseñar es un billete de ida y vuelta. Aprendo muchísimo del intercambio que se genera en los grupos; es más, considero que gran parte de la energía para crear surge del trato personal. Para mí, el escritor es alguien que busca material de transformación en detalles que el ojo humano no ve a la primera. Y claro, cabezón por naturaleza, trabaja durante horas en darles la vuelta por completo hasta que consigue la metamorfosis que busca. Pero gran parte de esta elaboración no tendría sentido si no existiera después el intercambio.
En primer lugar, procuro transmitir entusiasmo. Después, trato de hacerles ver lo que esconde la literatura y lo maravilloso que puede ser este oficio. Y por último, les recomiendo que tengan paciencia para llegar a descubrirlo. Aprender bien cuesta. Cada uno necesita su tiempo. Mi actitud es confiar en que el alumno un día encajará todas las piezas del puzzle y descubrirá la figura escondida. Ese suele ser un gran día para todos.
En cualquiera que produzca extrañamiento y me renueve el asombro de vivir.
Lo importante es que cada uno escriba lo que de verdad quiere. Si luego resulta que por ello te dan un premio en algún concurso o te lo publican, pues me parece muy bien. Es cierto que «publicar» es la palabra mágica, pero son muchos más los alumnos que vienen a aprender porque tienen muy claro que lo que quieren es hacerlo bien.
Con dificultad. Me gustaría poder disponer de un poco más de tiempo para escribir. Procuro reservar un par de horas al día. Ya sé que no es mucho, pero la semana que lo consigo, salto de contenta.
Difícil respuesta. De los clásicos me quedo con Chéjov. Me gusta de él su capacidad para mirar con ternura las carencias humanas. De los contemporáneos me gusta mucho Lobo Antunes y su forma magistral de trabajar con las voces. Ahora mismo releo «Cuadernos», de Cioran, que intercambio con una novela de Robert M.Pirsig «El zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta»; aunque me encanta leer de todo: cuentos, ensayos, filosofía…
Escribir es una herramienta muy eficaz para conocerse y, si uno se atreve a mirar, claro que puede servir de gran ayuda. Creo que la escritura tiene el poder de desarrollar nuestro coraje y, en ese atreverse a ir un poco más allá, puede también hacernos sentir mejor. Esto sucede tanto si escribimos ficción como narrativa personal y los talleres de los que me hablas lo confirman. Suelen acudir a ellos personas que escriben y cuando se atreven con este otro lado de la escritura, sus relatos se transforman y ganan en profundidad.