Publicista y escritora, ha publicado dos novelas: Esta herida llena de peces (2021) y Maldeniña (2023), así como otros textos diferentes revistas: Julia Escondida y otras mujeres, El malpensante; Hermano mayor, Gaceta; Bella a las once, La Maleta de Portbou; Niñas conejo, Casapaís; Missy y Huevos al desayuno, La Rompedora.
Ha dictado diferentes talleres de creación literaria en Colombia y España, y de redacción publicitaria en Colombia y Ecuador. Participa como jurado en la Red Relata del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes de Colombia y Antioquia Reimaginada.
Estudió Publicidad en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, Creatividad en la Academia Roger Hatchuel, hizo parte del taller de Creación Literaria de la Universidad Central de Bogotá y del Máster de Narrativa en la Escuela de Escritores.
Se puede aprender y enseñar a leer, a conversar, a pensar alrededor de la escritura, la poesía, la filosofía. De ahí, y de la mirada propia, nace la escritura.
La ilusión que se vive dentro de una clase difícilmente se ve en otros espacios. Me gusta el ambiente en el que las historias están vivas y la generosidad entre compañeros y profesores es un regalo diario. Empecé a impartir clase para seguir habitando estos espacios de aprendizaje bidireccional.
Procuro llevar la atención a espacios, personajes y conflictos aparentemente pequeños, de los que pueden salir historias que apelen a conflictos fundamentales de la condición humana.
Me gusta que el juego haga parte de las clases, dosificado en ejercicios de creación.
Cuando el curso comienza, les pido una historia que me permita entender su mirada. Cuando termina, les pido: un ejercicio que me permita entender cómo han integrado lo visto en clase y hacia dónde quieren ir en temas literarios. Mi nivel de exigencia varía de acuerdo al punto en el que se encuentre el curso. Desde luego, hay puntos alrededor de la escritura que para mí son innegociables, como la ética, el esfuerzo creativo y la voluntad de estudio.
Procuro que haya un clima de generosidad y rigor, pues creo que encontrar momentos para escribir no es fácil para todos, así que las clases deberían ser aprovechadas al máximo.
A mantener vivas las ganas de aprender, a revivir la ilusión por la historias, a apreciar y agradecer los espacios de aprendizaje en comunidad.
Creo que un buen profesor debe ser, principalmente, generoso, pues ya tiene un camino y una serie de conocimientos que, si llegan al estudiante indicado, pueden dar lugar a una gran historia. Debe ser también paciente, dedicado y disciplinado: la escritura es un oficio. Finalmente, creo que un buen profesor debe ser siempre un buen estudiante y mantener la curiosidad viva.
Me gustaría profundizar en la creación de personajes y la búsqueda de una mirada «propia».
La escritura es un oficio de trabajo, estudio y conversación. La labor de profesora me permite avanzar en mis proyectos, pues el aprendizaje, como mencioné anteriormente, es bidireccional.
Es difícil dar un solo nombre. Me gustan muchísimo: Marosa di Giorgio, Simone Weil, Cesare Pavese. Actualmente estoy leyendo La idea natural, de María Negroni.
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