Me sugiere una imagen idealizada del oficio, igual que la visita de las musas y tantas otras cosas. Sin duda hay quien tendrá más aptitudes y desde luego hay momentos de inspiración, pero nada de eso se desarrolla si no hay trabajo y disciplina. Y esa es la mejor manera de aprender, algo que puede hacer cualquier persona si tiene algo básico: las ganas. Decía Hemingway que al igual que el pintor pasa muchas horas con sus pinceles y el músico con su instrumento, la única manera de aprender a escribir es dedicarle varias horas diarias a nuestro trabajo.

Ante todo significa compartir una pasión y tratar de contagiarla a los alumnos. Al fin y al cabo, la esencia del oficio del escritor y del periodista es compartir una historia dándola a conocer a sus lectores. En mi caso concreto, cuando algo me gusta disfruto mucho hablando de ello, debatiendo, compartiendo mis conocimientos y reflexiones y enriqueciéndome de la experiencia de los demás, y dar clase es una forma maravillosa de vivir esa experiencia.

Supongo que la naturalidad. Prefiero la charla de café que la disertación del aula. Como decía antes me gusta que seamos un grupo de amigos que habla sobre algo que les gusta, aunque en este caso haya un sabiondo que dice saber algo más y va guiando la conversación.

Interés, es lo único fundamental. Si el alumno tiene interés es seguro que aprenderá, y será responsabilidad mía ayudar a todos los que lo deseen en ese proceso de formación. Unos lograrán más y otros menos en virtud de su dedicación y aptitudes, pero partiendo de ese interés, terminarán el curso con nuevos conocimientos y experiencias en la cartera.

Ya lo comentaba antes, pero gusta un clima informal. Con una organización y dirección siempre presente, por supuesto, pero sutil y flexible según como vaya desarrollándose la clase.

Que nunca dejamos de aprender y que nunca deberíamos dejar de desearlo. Hablar con cualquier persona siempre enriquece, aunque solo sea por lo que aprendemos de su carácter o de su ignorancia. Cuánto más en el caso de unas personas, los alumnos, que se sientan anhelando descubrir y aprender cosas nuevas. Siempre es muy enriquecedor. Cada pregunta suya es una invitación a reflexionar y a repasar conocimientos.

Evidentemente hay que tener un conocimiento fluido de la materia que se imparte, pero también hay que saber transmitir esos conocimientos. A veces, incluso, es más importante ese talente comunicador y hasta cierto punto inspirador. Yo prefiero alguien que me descubra cosas nuevas y me de las herramientas para seguir investigando a un profesor que se ciña a transmitir las claves de una materia concreta.

En mi caso, centrado en el periodismo musical y la crítica en particular, me gusta incidir en la necesidad de diferenciar lo bueno de lo que nos gusta, que no siempre coincide pero habitualmente se confunde. Ser capaces de analizar una creación musical, de diseccionarla para determinar sus cualidades, es algo que nos ayuda a disfrutar con mayor intensidad de la música.

A efectos prácticos, intentando ser lo más ordenado posible para que el día dé de sí las horas necesarias. Pero por otro lado, como periodista musical estoy siempre atento por si alguno de los ejercicios que llevo a cabo en mi desempeño habitual o detalles de los discos que analizo pueden resultar interesantes para comentar en clase o añadir a mis exposiciones.

Son muchos, evidentemente, pero creo que me quedaría con Ernest Hemingway. Creo que es el más periodista de los escritores y el más escritor de los periodistas. Me encanta su estilo y su forma de plantear las tramas con la famosa teoría del iceberg. Su relato Los asesinos me parece un prodigio del diálogo, lo habré leído medio centenar de veces. Actualmente estoy leyendo Crosby, Stills, Nash and Young: The wild, definitive saga of rock’s greatest supergroup, de David Browie.