Bárbara Gil es licenciada en periodismo y trabajó en documentación en el periódico El Mundo, en gabinetes de comunicación de agencias como Vocento y NUBA viajes y en editoriales como Oxford University Press. También cursó estudios de Filología Hispánica y de Historia. Tiene un máster en Narrativa por Escuela de Escritores de Madrid, que la impulsó a dedicarse de lleno a la que es ahora su profesión. En enero de 2013 abrió su primera escuela de escritura en Málaga. Actualmente es profesora en Escuela de Escritores y dirige EscribE en Mallorca, en la librería Agapea, donde también lleva un club de lectura. Es autora de los cuadernos para escritores Tu novela y Reto Bradbury y del cuento para niños El club de los sustos.
Ha ganado varios premios literarios con sus microrrelatos y relatos y publicado dos novelas con Plaza & Janés: Nenúfares que brillan en aguas tristes (2021) y La leyenda del volcán (2023).
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Fetiche
Entrevista a la profesora
Hay carrera de abogado, de economista, de filólogo, de humanista, de farmacéutico, de bellas artes, de medicina… pero no hay carrera de escritor. Y para mí eso es consecuencia de que creemos falsamente que para ser escritor o naces con talento o no tienes nada que hacer. Si queremos ser músicos podemos ir a una escuela de música, pero en cambio, si queremos ser escritores, hasta hace poco nadie nos enseñaba las herramientas del oficio. Menos mal que hoy en día ya existen los talleres y las escuelas de escritura. Por supuesto, para mí, el escritor se hace. Por mucho que uno haya nacido con talento, debe aprender igualmente a manejar y dominar tanto la técnica como el talento.
Empecé a dar clases porque a mí me cambió la vida la Escuela de escritores. La escritura da sentido, construye sentido. Me gusta trabajar la voz de mis alumnos, ayudarles a que salga natural, a que suene única como ellos son. Creo que al igual que todos tenemos una voz, todos podemos escribir. Está claro que cada alumno tiene ambiciones diferentes respecto a la escritura, algunos escriben por placer, otros para ponerle palabras a aquello que no saben explicarse de otra manera, otros quieren publicar, otros… cada uno es un mundo, cada es un libro. Y sobre todo me gusta empujarles con mi ilusión a hacer lo que más les gusta, quiero que tengan una disciplina, que escriban todos los días, todos, toditos, y eso me hace sentirme muy orgullosa. Cada uno en el grado que se haya planteado debe llevar a cabo su sueño de escritor.
Soy alumna de la escuela, así que su método está presente en todas mis clases. Yo, personalmente, trabajo la voz, la técnica y la disciplina.
Que escriban sobre su relación con la escritura, sobre sus expectativas. A final de curso parece que hay un abismo entre el antes y el después. Vuelven a leer cuáles eran sus expectativas y se han cumplido, pero no solo eso, han descubierto cómo trabajar su voz, cómo dominar las técnicas que al principio les sonaban a chino. Tengo un nivel de exigencia muy alto, quiero sacar lo mejor de cada uno. Nunca les voy a exigir menos que eso.
Me gusta que todos se expresen, y que se rían, que se rían mucho y lo pasen bien. Que la balanza entre la autocomplacencia y la auto invalidación siempre esté equilibrada, porque ser escritor es muy duro, un día estás arriba y te encanta lo que has escrito y al día siguiente te parece una mierda. Crítico y creativo tienen que ir de la mano. Me gusta que mis alumnos se levanten los unos a los otros, que aprendan entre ellos y a ser posible que hagan grupo, que su amistad vaya más allá de los talleres.
Pero vamos, sin ni la más mínima duda. Yo aprendo muchísimo más de ellos. Soy socrática, para mí todo lo que les enseño lo saco de dentro de ellos.
Creer en cada alumno.