Aixa de la Cruz es Licenciada en Filología Inglesa, doctora en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y escritora.
Ha publicado las novelas Las herederas (Alfaguara, 2022), Cuando fuimos los mejores (Almuzara, 2007), De música ligera (451 Editores, 2009), La línea del frente (Salto de Página, 2017) y Cambiar de idea (Caballo de Troya, 2019), ganadora de los premios Euskadi de Literatura 2020 y Librotea Tapado, finalista del XV Premio Dulce Chacón y reconocida por el suplemento Babelia como uno de los diez mejores libros del año 2019. Es también autora del libro de relatos Modelos animales (Salto de Página, 2015) y del ensayo Diccionario en guerra (La Caja Books, 2018). Su obra cuentística ha sido incluida en diversas antologías, entre las que destaca la selección de escritores europeos en lengua inglesa Best European Fiction (Dalkey Archive, 2015) y la más reciente Tranquilas (Lumen, 2019). Ha sido traducida al inglés, al italiano y al portugués.
Ha colaborado con diversas publicaciones como Babelia, El País, La Marea o VOGUE y escribe una columna mensual en el periódico Bilbao. Desde el año 2016, se desempeña como profesora de escritura creativa en Escuela de Escritores.
Las herederas
Novela
Alfaguara
2022
Cambiar de idea
Novela
Caballo de Troya
2019
De música ligera
Novela
451 Editores
2009
Cuando fuimos los mejores
Novela
Almuzara
2007
Entrevista a la profesora
Puede que el talento sea innato, pero en todo caso, adquiere la forma de un diamante en bruto: el proceso de pulido es un proceso de aprendizaje, requiere de esfuerzo, tesón, constancia… Y también de buenos profesores que alumbren el camino.
Si bien no era consciente de que fuera a realizar este hallazgo cuando comencé a impartir clases de escritura creativa, lo más apasionante de este trabajo es que me ha obligado a reflexionar sobre mi oficio como nunca antes lo había hecho. Muchas de las decisiones que antes tomaba de manera intuitiva, han encontrado su razón de ser. Ha sido como destripar ese reloj de pulsera que siempre habías llevado puesto y que parecía operar según leyes mágicas, para comprender los mecanismos que rigen su funcionamiento. Una mayor consciencia se traduce en mayores y mejores recursos. Por eso creo que desde que soy profesora, escribo mejor.
No soy partidaria de abogar en exceso por la corrección formal, ni de abrumar al alumno, sobre todo al principiante, resaltando todos y cada uno de los errores que pueda haber cometido en un texto, ya que se aprende con la práctica, y el desánimo impide avanzar. Por ello, procuro que el nivel de exigencia vaya poco a poco en aumento y me aseguro de resaltar, antes que los errores, los avances realizados en cada ejercicio.
Teniendo en cuenta que los cursos virtuales prescinden de la interacción directa entre los alumnos y el profesor, considero muy importante que, a pesar de la distancia física, se creen vínculos mediante una interacción constante para que los alumnos pierdan el miedo a exponer su trabajo a las críticas del profesor y de sus compañeros, y para que les motive leerse y ser leídos.
Como antes comentaba, enseñar escritura creativa me ha enseñado mucho sobre mi propio oficio. Corregir textos ajenos, identificar errores comunes y tratar de dar con fórmulas que los solventen, me ayuda a mí también a identificar y corregir los propios. El feedback es continuo.
Creo que es imprescindible transmitir confianza y cercanía, ya que todo texto literario es radicalmente personal y los alumnos se exponen al compartir sus creaciones contigo.
Considero que lo más importante es que el alumno descubra qué tiene de particular e intransferible su forma de observar el mundo. Me gustaría que el proceso de escritura les obligara a interrogarse sobre aquello que los rodea, les permitiera redescubrir la realidad, liberándose de los tópicos y automatismos con los que a menudo la procesamos.
Aunque no cuente con muchos acólitos entre mis colegas escritores, Javier Marías es uno de mis autores preferidos por el modo en que sus novelas denotan que el proceso de escritura es un proceso de conocimiento. Cuando se refiere a su proceso creativo, suele citar a Laurence Sterne, quien decía aquello de “I progress as I digress”, progreso según divago. Yo también he sentido a menudo que es la propia escritura la que me enseña sobre qué quiero escribir. Y me gustan las novelas en las que acción y pensamiento son un todo.
Ahora mismo estoy leyendo la novela “Fiebre”, de Matías Candeira, profesor de esta misma escuela, y la estoy disfrutando mucho.