María Charneco

Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado Lo que callan las flores, finalista del premio Malas Artes 2023 de novela fantástica, ciencia ficción y terror. Con Animales de ida y vuelta ha ganado la Segunda Edición del Premio Soledad Verdú a Libro con Ilustraciones, junto a la artista gráfica Yolanda Serpa. Publicado por la Editorial Adeshoras en octubre de 2024. Además, sus relatos han sido antologados y publicados en revistas literarias como Temporales, Universidad de Nueva York, La gran belleza o Cuentos para el andén.

Después de dieciocho años ejerciendo como creativa publicitaria, decide trabajar la escritura de manera más personal. Cursa el Itinerario de novela en la Escuela de escritores de Madrid y forma parte de la IX promoción del Máster de Narrativa. Se especializa en la enseñanza de la escritura creativa por la Universidad de Alcalá y Escuela de Escritores. Completa su formación narrativa profundizando en el aspecto más psicológico de la escritura, a través de los ciclos de «Escritura y Gestalt», que imparte Magdalena Tirado, y de «Memoria y auto ficción», a cargo de la escritora uruguaya Fernanda Trías.

Hoy por hoy trabaja con el colectivo senior y su memoria e imparte talleres de narrativa.

Animales de ida y vuelta

Animales de ida y vuelta

Relato
2024

Publicado por:
Adeshoras

Lo que callan las flores

Lo que callan las flores

Novela
2024

Publicado por:
Malas Artes

Entrevista a la profesora

Todos llevamos dentro la escritura y es posible dominarla. Solo han de confluir el deseo de aprender con la aptitud y la complicidad de quien enseña. También creo, no obstante, que hay personas con una sensibilidad especial hacia la escritura; en ocasiones incluso con un don extraordinario; como las hay con esas mismas capacidades para las matemáticas, la escultura, el bricolaje, la cocina, la música o tantas otras cuestiones de la vida y de las artes que pueden resultar cercanas o ciencia ficción para según quién.

La escritura tiene un valor artístico, qué duda cabe, lo busco cuando escribo y cuando enseño, pero también ofrece un beneficio humano en tanto fuente de conocimiento y comunicación; un valor real para la vida, que me motivó a enseñarla a colectivos muy particulares, como el senior y el privado de libertad, además, por supuesto, de un público interesado en escribir, con quien trabajo cada semana.

Exijo a cada persona en la medida que, entiendo, es capaz de dar.

Un clima cercano, de confianza. Creo que la emoción mueve la enseñanza de la escritura, su práctica y la vida misma. Mis alumnos me enseñan a ser mejor escritora y persona. A trabajar la mirada para que no se acomode.

Leer y estudiar para tus alumnos; empatizar con ellos; buscar caminos para que las técnicas les lleguen sin causarles frustración, sino como liberación de su escritura.

La estrategia de las descripciones; la creación y relación de personajes; la voz narrativa; el análisis de un libro como herramienta útil para quien escribe; los proyectos personales y la escritura biográfica.

Madrugando y sacando huecos al día.

Es una pregunta muy difícil, pero creo que el escritor que más me ha leído a mí y el que me despertó un mayor deseo de leer todos sus libros fue Ray Bradbury.

Como la mayoría de los profesores de escritura, supongo, simultaneo siempre muchas lecturas; por búsqueda personal y para los alumnos. También releo y estudio obras. Ahora mismo, por ejemplo, tengo entre manos Dune, de Frank Herbert; Beloved, de Toni Morrison; Del color de la Leche, de Nell Leyshon, Una vez estuve muerta, de Nuria Sierra Cruzado; Nevada, de Claire Vaye Watkins y Para ser novelista, de John Gardner.

María Charneco, fotografía de Ático 26
Ático 26
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