El fallo del concurso de microrrelatos Getafe Negro cerró el pasado domingo 29 de octubre la XVI edición del festival de novela policiaca de Madrid. En esta edición fueron 308 los microcuentos presentados a concurso y tres los finalistas seleccionados por Maica Rivera, directora del festival; Lorenzo Silva, comisario, y el claustro de profesores de Escuela de Escritores.

«En una noche pavorosa» era la frase con la que debían comenzar todos los microrrelatos que se presentaran al concurso. Se trata del inicio del poema El cuervo, de Edgar Allan Poe, al que el festival dedicaba una programación especial en la que Estados Unidos era el páis invitado.

El ganador del concurso ha sido Pedro Peinado, de Madrid, con el microrrelato titulado Las almas del lugar, y que podrá disfrutar como premio de un curso trimestral de Escritura Creativa en Escuela de Escritores, un cheque regalo de 400 euros cedido por Grupo de Empresas Airbus y un lote de libros de la Librería Lobo Flaco.

Los finalistas fueron Jorge Conde, Palma de Mallorca, con el microrrelato titulado Asperezas y Juancho Plata, de Alcorcón (Madrid), con el microcuento titulado De nuevo el estallido.

Desde Escuela de Escritores queremos felicitar a los 308 autores participantes y agradecer al Ayuntamiento de Getafe y a la dirección del festival su confianza en nosotros para continuar con la convocatoria de este concurso que nació con la primera edición de Getafe Negro.

Las almas del lugar, de Pedro Peinado Galisteo | Ganador

En una noche pavorosa, la más terrible que conocemos, nos ensordece el zumbido de los misiles, el estruendo de los derrumbes, los gritos de auxilio que se ahogan bajo toneladas de vigas y ladrillos. Se multiplican tanques, camiones, el paso de divisiones enemigas armadas hasta los dientes. Desaparecen las banderas que defendimos, nuestros cuerpos desangrados, las armas sin munición. Se disipa la niebla, montañas de escombros son retiradas de la vista, nuevos edificios coronados por enseñas de otros colores conquistan el horizonte. Parejas de la mano empujan carritos de bebé, se inauguran cafeterías, polideportivos, monumentos a las glorias de la nación. Un bullicio de conversaciones en otra lengua ocupa los centros comerciales. Suena una sirena y los desaloja. Vuelan cientos de bombarderos. Se insta a la población civil a permanecer en sus casas, en los sótanos. Donde nosotras aguardamos el amanecer.

Asperezas, de Jorge Conde Viña | Finalista

En una noche pavorosa, la cocina era testigo de su exasperante tranquilidad. Por debajo de la mesa, con el mantel de tela áspera rozándole los antebrazos, Robledo se contaba los dedos. Uno, dos, tres, y con el meñique, cuatro. En la silla de enfrente, Jaira removía un café ya frío con el pulgar.

De nuevo el estallido, de Juancho Plata Gómez | Finalista

En una noche pavorosa comenzó la guerra. La radio se encendió sola y no paraba de dar noticias luctuosas, partes de bajas, nombres de desaparecidos. Las alarmas ululaban a lo lejos como lobos hambrientos que persiguieran el rastro de una presa. Los niños atravesaban las paredes por todas las casas, jugando al que te pillo o al balón, ajenos al caos que aguardaba al otro lado de la puerta. Las ratas abandonaron el sótano para instalarse en lo alto del desván mientras roían con sus dientes afilados la ropa que habíamos acumulado allí durante años. Las teclas del piano de madame D’Urfe se movían en un desaforado frenesí para interpretar un nocturno de Chopin. Las sábanas y mantas que arropaban nuestras camas comenzaron a desfilar como si de un cortejo fúnebre se tratase, bajaron las escaleras y se enfrentaron a la aurora, dejando nuestros cuerpos a merced de los disparos.