El formulario de votación de octubre está cerrado. El formulario del mes de noviembre abrirá el lunes 18 a las 19:00.
Relatos finalistas del mes de octubre
Semana 4: Terapia, de Manuel González Seoane
Aún juega, sin avergonzarse, con nosotras, sus muñecas. Escribe en un papel escenas que luego nos hace representar. No son muy variadas: al final suele morir un personaje que se llama Virtudes. A veces la atropella un tranvía, otras un taxi y otras un tren. Dependiendo del vehículo, a la accidentada le arranca un número de extremidades variable, y piernas y brazos quedan diseminados sobre la alfombra, para horror nuestro. Virtudes dice siempre, agonizando: “Lo siento muchísimo”. Y luego, muere. Pero algo le ha debido de pasar a ella en el trabajo, porque, para sorpresa de todas, a la muerta hoy también le ha arrancado la cabeza.
Semana 5: Devoción, de Paola Mireya Tena
A la muerta hoy también le ha arrancado la cabeza. Todo empezó por pura necesidad, pero con exquisita prudencia: un jirón de su hábito, trocitos de la suela de sus zapatos. Sin embargo, poco a poco fue a más: recortes de uña, una falange del dedo meñique. Llámenlo devoción, nos explica ella, cuando alguna osa cuestionarla. Y nosotras seguimos rezando. Trenzas de sus largos cabellos, los incisivos y los molares. Esta noche, mientras serrucha piadosamente el cuello de la santa, la abadesa calcula cuántas reliquias más debemos vender para concluir, por fin, las obras del convento.
Semana 6: Viva la madre superiora
Las obras del convento habían transformado por completo cada celda de clausura. Ante la escasez de nuevas vocaciones y el consiguiente final de la congregación, la superiora aceptó la oferta de vender el convento para transformarlo en hotel rural. Previa negociación, de seguir allí recluidas hasta que muriera la última hermana de la orden. Las ancianas monjas se adaptaron rápidamente a la nueva suite de clausura. A la amplia cama, al televisor de plasma, al baño con jacuzzi, al minibar. Pero, sobre todo, a la terraza con vistas desde la que sonrientes podían ver la larga cola de novicias que se estaba formando.