Escritora argentina, residente en Madrid. Es autora de los libros de relatos La condición animal, seleccionado para el IV Premio Hispanoamericano de Cuento «Gabriel García Márquez» y finalista del Premio Setenil 2017, y Hubo un jardín, ambos publicados por Páginas de Espuma; y de los poemarios El álbum oscuro, El invierno a deshoras, Museo de pérdidas, Perder el sur y Así el deseo (plaquette).
Su poesía ha sido distinguida con el I Premio Internacional de Poesía «Manuel del Cabral», el XI Premio Internacional de Poesía «Claudio Rodríguez» y el III Premio de Poesía «Clara de Campoamor» y traducida al alemán. Algunos de sus relatos integran antologías traducidas al inglés, italiano, serbio, hebreo y alemán. Coordina el Club de Lectura del Instituto Cervantes de Milán e imparte talleres de escritura en diversas instituciones madrileñas.
Museo de pérdidas
Poesía
2017
Publicado por:
Ediciones La Palma
Entrevista a la profesora
Yo creo que no es escritor quien escribe, sino quien no puede dejar de escribir. Hay una vocación y un impulso que no puede enseñarse, tiene que ser propio. Pero sí se puede enseñar a escribir: se puede entrenar la mirada, se puede aprender a leer para escribir y se pueden enseñar los distintos elementos técnicos que hacen falta para estructurar un texto y que sea verosímil.
Siempre he sido profesora: de inglés cuando estudiaba Derecho; de Derecho Penal cuando trabajaba como abogado y ahora en los talleres de escritura. Enseñar es mi vocación primera. Empecé a impartir clases de escritura creativa por casualidad, trabajando con los alumnos del Instituto Cervantes de Milán que ya sabían castellano y querían hacer algo más con el idioma para no perderlo. Llevo casi veinte años impartiendo talleres.
Estimulo un ambiente de participación activa en donde todos nos sintamos cómodos para preguntar y opinar. Además, trato de traer debates que tengan que ver con la renovación contemporánea de la tradición; conocer la tradición es importante porque es el punto de partida para pensar qué podemos aspectos de ella podemos innovar y cómo incorporarlos a nuestro estilo literario.
Mi primera exigencia es que se formen como lectores de otros autores, pero también de sí mismos. Otra exigencia es que estén dispuestos a trabajar, especialmente en la reescritura de sus textos como una parte de la escritura misma. También espero alumnos apasionados y curiosos. La escritura es un oficio de paciencia y las personas con estas características y disposición siempre terminan aprendiendo a escribir.
Creo que soy una profesora cariñosa, pero también exigente y sobre todo, abierta a las diferentes voces y estilos literarios. Intento ser siempre un estímulo y me gusta que en mis talleres se trabaje con rigor desde el respeto, la armonía y el espíritu lúdico.
Muchas cosas, pero sobre todo a ser consciente de las herramientas técnicas que hace que un texto funcione. El aprendizaje se construye desde la acción y, para eso, los talleristas debemos ser flexibles para convertirnos en guías a medida de lo que necesite el alumno al que acompañamos en su proceso de aprendizaje. Se requiere paciencia y mucha pasión: el oficio de escribir se enseña pero también se contagia.
Todas mis propuestas de aprendizaje apuntan a temas técnicos puntuales que quiero transmitir, pero el taller es un organismo vivo y profundizamos también en las herramientas que les interesen a los alumnos.
Creo que enseñar me ha hecho mucho más consciente de las dificultades técnicas que implica escribir.
Me gusta mucho Alice Munro. Es una maestra indiscutible del cuento. Estoy leyendo la novela Las tempestálidas de Gueorgui Gospodinov.