II Concurso de microrrelatos 200 Pulsaciones

Certamen organizado por Roche Farma y EdE

Concurso de microrrelato '200 pulsaciones', con Roche y Escuela de Escritores - IMG615
Bases de concurso Microrrelato

II Concurso de microrrelatos 200 Pulsaciones

Certamen organizado por Roche Farma y EdE

Convocatoria

Nos gustan las historias que acaban bien, y especialmente si tienen que ver con la salud (la nuestra, la de quienes nos rodean y hasta la de nuestros personajes). Pero nadie dijo que escribir desenlaces así fuera fácil: escribir sobre la felicidad sin repetir los tópicos mil veces dichos y las generalidades vacías de la menor emoción verdadera es un desafío irrenunciable para todo aquel que quiera ser escritor.

Por eso, en esta II Edición del Concurso 200 pulsaciones, en Roche Farma España y Escuela de Escritores buscamos el mejor microcuento donde la salud, sus profesionales y los pacientes sean los protagonistas de una historia con final feliz, y recompensamos vuestra creatividad con un premio a la altura del reto: 2.000 euros al mejor microcuento de 200 palabras.

Para hacéroslo un poco más fácil os proponemos esta frase de inicio con la que deberán comenzar todos los microrrelatos que se presenten al concurso: «Estaba en la sala de espera».

Escritores como Manuel Vilas, Marta Sanz y Lorenzo Silva han querido sumarse a esta iniciativa y ejercerán de jurado del certamen. Podrás mandar tu propuesta del 9 de septiembre al 17 de octubre de 2024.

Los tres microrrelatos ganadores recibirán los siguientes premios:

  • Primer premio: 2.000 €
  • Segundo premio: 1.500 €
  • Tercer premio: 1.000 €

Además del premio en metálico, los tres recibirán un curso online de Escuela de Escritores.

Resolución

Inicio: 09/09/2024 10:00
Fin: 17/10/2024 23:59

Fallo: 04/11/2024 14:00

Ya tenemos ganador en el concurso de microrrelatos ‘200 pulsaciones’ que organizamos Roche Farma y Escuela de Escritores. Nuestro jurado, formado por Marta Sanz, Lorenzo Silva y Manuel Vilas ha elegido el microcuento titulado ‘Terapia prorrogada’, presentado a concurso por Carlos José Esguevillas González, de Palencia, como el mejor de los ¡1465 textos! presentados al concurso. Para él son los 2.000 euros del primer premio.

Los 1.500 euros del segundo premio se los lleva Ángel Fernández León, de Madrid, por ‘Sonríe feliz’; ‘El tiempo detenido’, escrito por Leandro Bertoia, de Madrid, ha sido el microrrelato clasificado en tercer lugar y premiado con 1.000 euros. El ganador y los finalistas recibirán además un curso de Escritura Creativa en Escuela de Escritores.

Desde Roche Farma y Escuela de Escritores queremos agradecer a todos los participantes la gran acogida que habéis dado a esta iniciativa y animaros a seguir expresando vuestras emociones a través de la creación literaria.

A continuación podéis leer los tres microrrelatos y el fallo del jurado.

Ganador: Carlos José Esguevillas González

Terapia Prorrogada

Estaba en la sala de espera, como tantas veces desde que había comenzado el tratamiento. Hoy lo había traído su hija, y más tarde vendría su hijo a recogerlo, acompañado de su nieto. Jugarían un rato en el parque antes de ir a comer. Seguro que su nuera habría preparado alguno de sus platos favoritos.

Ese pensamiento lo llevó de vuelta a la residencia, a esas comidas insípidas… Allí apenas lo visitaban, nunca salía, y su nieto casi ni lo conocía. Pero ahora todo era distinto. Ayer había escuchado a sus hijos hablando de llevarlo a vivir con ellos; casi discutían decidiendo con quién se quedaría. Sonrió al recordar que, hace apenas unos meses, esos chicos casi ni se hablaban, y ahora comían todos juntos cada fin de semana. Como cuando vivía la abuela.

El último paciente pasó a la consulta dejándolo solo. Era hora de marcharse. La enfermera, la misma que hacía dos semanas le había entregado la carta, pasó a su lado y le dedicó un guiño cómplice.

La sacó y la releyó una vez más: «Diagnóstico del tratamiento: Remisión completa. Alta médica». La guardó de nuevo en el bolsillo. Quizás el mes que viene se la mostraría a la familia.

Primer finalista: Ángel Fernández León

Sonríe feliz

Estaba en la sala de espera. Todavía. Mi madre parecía mi abuela. Era igual. Estaba sentadita, como concentrada, mirando algo. Tantas películas en mi mente habían pasado todo este tiempo… Pensaba en que quizás se podría volar en naves espaciales, teletransportarse, disparar con pistolas láser, lo que la tele nos enseña… Pero está casi todo igual. Huele mejor. Sigue habiendo suelo que pisar. Piso y ando despacio. Me molestan los huesos, puede que sea la falta de práctica. A veces, yo les oía cuando empecé a dormir, «infección grave cerebral, puede o no puede despertar. Haremos todo lo posible». No entendía nada. Al menos no he sentido dolor, a veces frío, eso sí. De vez en cuando notaba a alguien, oía voces, fue un tiempo muy extraño. Lo único que me preocupaba era que no hice los deberes. Temía una bronca del profe don Román, menudo es. Franco ha debido de morir. Ya seré mayor. Esta tripa no la tenía. El futuro parece saludable, mi madre tiene una batería en la mano que le recarga la energía, parece una tabla. Me encanta verla desde la puerta. Por fin me ve. Me mira fijamente y abre la boca asombrada. Sonríe feliz.

Segundo finalista: Leandro Bertoia

El tiempo detenido

Estaba en la sala de espera de un hospital. Eran las cuatro de la madrugada. Casi nadie. Una familia de cuatro a unos metros. De repente, a lo lejos, se abrió de par en par una puerta. Salió un cirujano. Cofia, gafas, mascarilla, bata. Al verlo, se pusieron de pie. Se acercó a paso lento, miró hacia abajo, se rascó la nuca. La familia permaneció estática, como si el tiempo se hubiese detenido. Sólo les quedaba esperar una eternidad para que el médico, por fin, hablara.

El cirujano se quitó las gafas. Se frotó los ojos. Los niños se aferraron a las cinturas de sus padres. La mano del médico subió hasta su oído y tardó infinito en remover el elástico de la oreja. La mascarilla cedió. Vi su boca. El movimiento de sus labios. Hubo un sollozo. La mujer se quebró sobre su marido. La sujetó con fuerza. El médico le acarició la cabeza a uno de los niños. El padre soltó a su mujer y se acercó al médico. Le extendió la mano. Lo atrajo hacia él. Las palmadas en la espalda resonaron en el pasillo, rítmicas y firmes, como algo que late de nuevo.

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