Chiki (Esperanza Fabregat) es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en animación a la lectura por el CEPLI de Castilla la Mancha. Ha colaborado con la editorial Bruño en la realización de diversos comentarios para la colección Altamar y ha dirigido la colección Lectura Comprensiva de la editorial Dylar, con la que sigue colaborando.
Ha impartido cursos de animación a la lectura para profesores y maestros en múltiples escuelas y centros de formación de profesorado de España, así como en el centro de coordinación del profesorado de escuelas bilingües en de Tyler, Texas.
Coordina el Taller de creación de historias mínimas de Caixa Forum para estudiantes de ESO y el departamento de LIJ de la Escuela de Escritores.
Es coautora de los libros Cuentos para educar II, Cuentos para prevenir, Cuentos para coeducar, Cuentos para fomentar la autoestima y Cuentos sobre el ocio activo de la CEAPA y de la colección Soy un superhéroe, bajo el pseudónimo Isaura Lee.
Ha publicado con la editorial Edebé la colección Zoila, de literatura fantástica juvenil.
Entrevista al profesor
¿Qué te sugiere la frase «El escritor nace, no se hace»? ¿Crees que se puede aprender —y enseñar— a escribir?
Creo que escribir bien es un arte y, como tal, exige aprendizaje, constancia, práctica y muchas ganas. Además hay un componente muy alto de capacidad natural, qué duda cabe, pero se puede aprender y se puede enseñar a escribir mejor. Hay muchos tópicos sobre los escritores que deberíamos ir desterrando, y el de la ciencia infusa o el don divino es uno de ellos.
¿Qué significa para ti tu labor como profesor? ¿Cómo y por qué comenzaste a impartir clase?
Los primeros trabajos que ejercí, de adolescente, fueron de profesora. Luego la vida me ha ido llevando por profesiones diferentes pero la enseñanza es algo de lo que nunca me he separado del todo. Lo que sí ha supuesto un cambio es la enseñanza virtual. Para mí internet era esa gran desconocida a la que hay que temer y respetar. Empecé siendo alumna de talleres, la alumna puntillosa que a todo le ve otra vuelta más, y participando en diferentes actividades de la Escuela. Después de un tiempo me ofrecieron dirigir un taller de infantil y no me lo pensé dos veces porque se juntaban mis dos pasiones: la enseñanza y la literatura infantil.
¿Cuál es tu relación con el resto del equipo de la Escuela?
Somos una gran familia. Parece mentira que un medio a priori frío como internet, pueda ser tan cálido. Los que vivimos cerca nos juntamos con cualquier excusa y con los de fuera organizamos encuentros siempre que hay ocasión. Hay poquitas personas en la Escuela con las que no me haya tomado alguna cerveza y creo que ninguna con la que no haya intercambiado unos cuantos mensajes. ¿Nos vamos a tomar algo cuando acabe la entrevista?
¿Cuáles son las peculiaridades de tu metodología, aparte de la mecánica común a todos los talleres? ¿Te sientes libre a la hora de aplicar tu criterio pedagógico?
Nosotros nos descalzamos, nos tiramos en la alfombra y nos dedicamos a jugar. Escribir para niños es muy difícil si ya te has olvidado del niño que fuiste así es que procuro que lo recuerden, que se pongan en el lugar del lector.Tengo libertad absoluta y de hecho cambio cosas en cada taller, modifico las propuestas, añado lo que haya conocido nuevo en esos meses o quito cosas que ya no me convencen tanto. Voy haciendo cuadros de participación y las propuestas que menos atraen, las modifico. Y me encanta esa libertad porque la interpreto como confianza. No trabajaría en un sitio en el que no se fíen de mí.
¿Qué les pides a tus alumnos cuando comienza el curso? ¿Y cuando termina? ¿Cuál es tu nivel de exigencia?
Cuando empieza el curso les pido que lean muchos libros para niños. Que olviden por una temporada las novelas de setecientas páginas y se lancen de cabeza a los libros con dibujos, con letra grande y tapa dura. También trato de convencerlos de no es más fácil escribir para niños que para adultos, pero de eso se van dando cuenta a medida que pasan las semanas.Durante el tiempo que el curso dura les voy pidiendo que definan sus intereses, que decidan si quieren escribir para niños y qué tipo de literatura infantil quieren hacer. Mi objetivo es que, al acabar, tengan muy claro lo que quieren hacer y que hayan desterrado todos los tópicos sobre este género.Les exijo en función de sus posibilidades, siempre trato de exprimirlos un poco para que escriban lo que no se atreven a escribir porque el problema más generalizado de los escritores de infantil noveles es la vergüenza, el miedo al ridículo.
¿Qué clima te gusta y procuras que se cree en tus grupos de trabajo?
Nos hacemos amigos. Suplimos la falta de contacto físico con charlas a través del chat y mensajes personales. En persona soy igual que a través del correo: hablo mucho, opino de todo, me apunto a todo. Si alguien sugiere una actividad, una lectura, un experimento, lo abordamos juntos. Yo no quiero que me vean como la profesora que se sube a la tarima sino como alguien que está en el mismo barco que ellos y que tiene un poco más de formación y experiencia pero las mismas ganas de escribir y descubrir historias nuevas.
¿Consideras la enseñanza como un intercambio? ¿Qué te enseñan tus alumnos?
Nunca me canso de decir que aprendo de mis alumnos tanto como ellos de mí, si no más. Ellos me aportan la visión más fresca, menos contaminada de prejuicios sobre la literatura infantil. En los libros y en las publicaciones especializadas se aprende qué cosas funcionan mejor y convierten un texto en una atracción irresistible, que estilos están siendo mejor acogidos por las editoriales y el público, pero los alumnos me enseñan a diario que la fantasía no tiene límites y que lo que yo creo imposible, puede darse.
¿Cuáles son las cualidades necesarias, según tu opinión, para ser un buen profesor de escritura?
La flexibilidad, por encima de todo. Hay que saber adaptarse a cada alumno, pedirle lo que puede dar, ofrecerle lo que más encaje con sus intereses, motivarlo si se bloquea o siente que se ha descolgado.
Dentro de tu campo didáctico, ¿en qué partes te gusta profundizar?
Me atrae más la literatura infantil que la juvenil porque los niños tienen una capacidad de asumir la fantasía envidiable. Los adolescentes van definiendo sus gustos y ya no es imprescindible escribir para ellos, aunque haya una literatura específica juvenil muy buena. Insisto mucho en el absurdo, en el sinsentido, porque cuando un escritor se lanza a esa faceta de los cuentos deja salir todo lo que lleva dentro sin vergüenza.
¿Qué opinas de los concursos literarios? ¿Y del afán de publicar?
Envidio a la gente constante. Preparar textos, maquetarlos, ponerlos en el correo, buscar los concursos… Pero creo que motivan y hacen que te esfuerces, que intentes superarte.Publicar es el objetivo final de todos los que escribimos. Aunque a veces solo sea un sueño y otras una obsesión.
¿Cómo compaginas la labor como profesor con tus propias creaciones?
Hay épocas muy fértiles y entonces da igual si tengo que escribir por la noche, en un hueco robado a otras cosas o levantándome un rato antes. Pero hay otras en las que no me apetece escribir, no se me ocurre nada que me guste y me da una pereza horrible tratar de hilar una historia. Entonces me miento y me digo que no escribo porque los talleres no me dejan tiempo.
¿Cuál es tu escritor favorito? ¿Por qué? ¿Qué libro estás leyendo en la actualidad?
No tengo un escritor favorito. Me encanta La vieja sirena de José Luis Sampedro porque me hace desear tener escamas, pero me aburrió mucho Real Sitio. Podría señalar a Delibes porque fue mi salto de la literatura infantil a la adulta, allá por los trece o los catorce años, y nada de lo que he leído suyo me ha decepcionado. Su forma de escribir es sencilla, muy clara y me hace pensar más de una vez: “así quiero escribir yo”. Pero hay demasiados escritores buenos para elegir solo a uno.Ahora estoy leyendo Jule y los piratas, de Cornelia Funke.
La literatura infantil y juvenil es casi una tradición en tu familia y tú misma la enseñas, la analizas y la escribes. ¿Es realmente un género aparte o vale casi cualquier historia siempre que se cuente con un vocabulario limitado y la trama sea sencilla?
Los niños lectores merecen todo nuestro respeto, como cualquier lector, y mucho más mimo porque es su primer acercamiento a la lectura y en nuestras manos está que la adoren o la aborrezcan. Los temas, los personajes, las historias tienen que despertar su interés y estar escritas para ellos. A partir de los 13 o los 14 años el chaval puede enfrentarse a los textos de la literatura “general” y elegir lo que le guste pero por debajo de esa edad necesitan libros escritos expresamente para ellos. Las editoriales se empeñan en hacer adaptaciones de clásicos a base de rebajar el lenguaje y no se dan cuenta de que los niños, por muchos dibujos que tenga el Quijote, no tienen el más mínimo interés por saber de sus andanzas. Yo crecí leyendo todo lo que me caía en las manos y ahora veo cuántos libros he odiado por leerlos cuando no tenía edad para hacerlo.
¿Qué opinas de la tendencia a lo políticamente correcto en la literatura infantil y juvenil?, ¿es censura o legítima defensa de la infancia?
A los niños y los jóvenes no se les puede ocultar la realidad ni tratar de mostrarles un mundo que no coincide con el que ellos viven. Lo que los libros no les cuenten lo tienen en la calle, en la televisión y en la casa de su amigo. Pero no se puede olvidar que, sobre todo los más pequeños, toman a los personajes de los libros como modelos a imitar y algunos escritores nos sentimos en la obligación de presentar modelos positivos.Creo que cada escritor debe decidir sobre qué escribe. Nunca haría una novela para chicos de trece años que abordara el tema del sexo porque no me sentiría cómoda, pero no me parece mal que otros lo hagan si son capaces de presentarlo de una forma natural. De todas maneras, es muy diferente el tratamiento para el infantil y el juvenil. Abogo por la defensa de la inocencia de los ocho años y por la llamada a la reflexión a los catorce.Las editoriales sí ejercen en parte esa censura al seleccionar textos porque sus clientes masivos son las escuelas y en las escuelas prima lo políticamente correcto.
Sabemos que hace unos meses estuviste en EE.UU impartiendo clases de creatividad y animación a la escritura a profesores de español. ¿Puedes contarnos cómo fue la experiencia?
Fue una experiencia muy enriquecedora. Lo he hecho en muchas ciudades de España pero en los Estados Unidos era la primera vez y me sorprendió el buen recibimiento, las ganas de trabajar de los maestros bilingües y lo receptivos que son a toda la información que les llega. Aquí en España hace ya años que las dinámicas de animación a la lectura y a la escritura se ponen en práctica en muchas escuelas porque los maestros han comprobado que los niños tienen que aprender a leer y a escribir y es mucho más fácil enseñarles desde el juego. Pero allí los aprendizajes son diferentes, menos flexibles, y estas propuestas suponen una pequeña revolución.Me encantó la experiencia, aprendí mucho de ellos, de sus escuelas y de sus niños.
Impartes talleres de Infantil pero también de Escritura Creativa. ¿Qué diferencia ves entre ellos?
No son demasiado diferentes pero nunca oculto mi pasión por el infantil y eso es algo que se nota en los talleres de Escritura Creativa. Si a los alumnos de infantil les propongo algo descabellado o les pido que escriban historias absurdas les cuesta menos que a los de Escritura Creativa. Ese miedo al ridículo con el que me peleo es más resistente cuando el posible lector es un adulto.
Enero, 2007